El caso de agresión física de Sebastián Villa a su expareja, Daniela Cortés, ha escandalizado al fútbol argentino. No le perdonan al jugador de Boca Juniors, las presuntas agresiones a la mujer que ha sido su compañera en los últimos años; mucho menos al ver las espantosas imágenes, escuchar las amenazas a ella y su hija, y leer la angustiosa denuncia de la víctima.
Villa se expone a graves líos judiciales, incluso a la cárcel, además de que podría ser desvinculado del club xeneize. Y ante la magnitud que ha tomado el caso en Argentina, surgen varias preguntas: ¿Sería igual si Villa hubiera agredido a su pareja estando en Colombia? ¿El tema tendría la misma fuerza mediática? Si estuviera en un equipo local, ¿lo desvicunlarían a pesar del impacto económico que generaría su salida?
Los antecedentes que hay en el fútbol colombiano, llevarían a una respuesta negativa a los anteriores interrogantes. Es decir, que Villa debe estar lamentando que lo sucedido no pasó en su país, pues podría haber corrido con mejor suerte.
Empecemos por el directo implicado. De Villa, el abogado Fernando Burlando, representante de la expareja del jugador, aseguró que años atrás la mujer quiso denunciarlo por agresiones pasadas, pero hubo maniobras de personas para convencerla de que no tomara acciones legales, pues el atacante iba a ser llamado a la Selección Colombia. No se sabe qué personas ni los métodos, pero a toda costa evitaron que el caso saliera a la luz pública.
Luego, hay casos puntuales que dejaron mucha indignación en su momento, pero que luego de un corto tiempo, fue olvidado por los clubes e incluso por la Selección Colombia. Los dos más recordados son el de Hernán Darío Gómez, quien, en 2011, siendo entrenador de la Selección mayor, y analista en el Mundial Sub-20, golpeó a una mujer a las afueras de un bar en Bogotá.
El ‘Bolillo’ fue destituido de su cargo, y después de un tiempo, volvió a dirigir en el fútbol colombiano al Independiente Medellín. El hecho despertó la indignación del momento, y luego pasó al olvido.
Luego, en 2016, es recordado cuando Pablo Armero fue acusado de maltratar a su compañera sentimental con golpes y frases de grueso calibre, en una habitación de un Hotel en Miami (Estados Unidos). Pero una fianza fue suficiente para quedar libre y en Colombia no hubo juicio social, tanto así que José Pékerman lo llamó para representar a la Selección, premiándolo ante lo sucedido. Y como si fuera poco, en 2018, América de Cali lo trajo de vuelta del fútbol italiano, dando a entender que los hechos del pasado de poco importaban.
Y como esos, hay otros hombres del fútbol que estuvieron involucrados en casos de violencia de género, pero siguieron su carrera: Jairo Castillo fue acusado de agredir a una mujer en 2016, y aún así dirigió al Boyacá Chicó; en 2014, Jorge Bolaño agredió a su esposa y hasta permaneció una noche en la URI de Barranquilla, pero en los últimos años ha sido panelista de un canal deportivo y fue acercado a las categorías menores de Santa Fe.
Los clubes colombianos no están listos para afrontar posibles casos de agresiones de los futbolistas a sus parejas. No se sabe si es porque no les importa, o porque no han tenido tiempo de ahondar legalmente en esos casos. Las transferencias de sus jugadores, adquirir dinero para tapar sus deudas, e incluso pelear entre dirigentes por los derechos internacionales de televisión, les quitan toda su atención.
Aunque no es de extrañar que la mujer no sea prioridad en el fútbol colombiano. Para la muestra, la Liga Femenina y sus futbolistas. Ellas se han visto desprotegidas y en desventaja cuando han denunciado falta de pagos, acoso sexual, incumplimiento en premios, y han sido señaladas por sus tendencias sexuales por dirigentes de clubes profesionales, sin recibir una excusa o un desagravio.