Los unen varias coincidencias: son muy talentosos, costaron auténticas fortunas, sus empresarios supieron moverse y les aseguraron jugosos contratos y, lo más importante, los tres son hoy un auténtico 'encarte' para sus clubes.
Gareth Bale del Real Madrid, Mesut Ozil del Arsenal y Philipe Coutinho llegaron como super estrellas, como salvadores, como genios, y hoy están en la lista de transferibles por ineficientes, caprichosos y problemáticos... como todos, al final, solo que en sus casos hay varios ceros a la derecha que complican la situación.
Bale y el desamor de Real Madrid
El galés se ha labrado a pulso una relación distante con el Santiago Bernabéu y con el entrenador Zinedine Zidane. Como nunca antes ocurrió, el francés dijo públicamente, en una rueda de prensa, que no contaba con él, con tan mala suerte que luego no pudo deshacerse de sus servicios y, caída la opción de China, tuvo que encontrárselo permanentemente en los pasillos.
Y aun así le dio alguna opción, solo que apareció el infortunio: las lesiones. El galés es cliente permanente e la enfermería, con lo cual no es posible contar con sus servicios ni siquiera cuando, en teoría, se necesita.
Ahora Bale es un enorme lío de 18 millones de euros por año, un jugador que costó más de 90 millones de euros y a quien todavía le quedan dos años de su jugoso contrato. Florentino Pérez se contentaría con lograr al menos 50 millones por él, pero Manchester United perdió interés y el Newcastle tampoco podría asumir su elevada ficha.
Y a todo esto, el problema es del club pues él parece más preocupado por el golf que por el fútbol. Tiene razón. Su vida de millonario en Madrid es cómoda en extremo, su familia está instalada y a él parece resbalarle la suplencia. Cada vez que siente algún asomo de depresión consulta su saldo en el banco y asunto resuelto.
Coutinho, el inexpresivo
Antes de la pandemia del coronavirus covid-19 ya llevaba tiempo sin dar la sensación de disfrutar su trabajo. Deambula en vez de correr. Su última sonrisa fue, tal vez, en su presentación como refuerzo del FC Barcelona, como reemplazo de Neymar, nada menos. Después salió silbado y fastidiado del Camp Nou. Nunca se sabe si está con ganas de jugar, de luchar, de gusta. Aunque de eso último hay más certeza: no le importa.
Y debería porque después de una cesión salvadora al Bayern Múnich, con opción de compra de 120 millones de euros, ya se cerró la puerta: "La opción ya expiró y no la hemos ejercido, ahora tendremos que completar la planificación de la plantilla para la próxima temporada y veremos si el jugador todavía puede tener un papel que desempeñar con nosotros o no”, le dijo Rummenigge a la revista Der Spiegel.
Ahora, dicen, su único interés es volver a la Premier League, donde sí sonreía, y mucho, con la camiseta del Liverpool. Chelsea y Newcastle habrían levantado la mano por él, pero sin fecha de regreso del torneo todo es incierto. En FC Barcelona saben que nadie pagará los 120 millones que pretenden y difícilmente se mantendrá su ingreso de 11 millones de euros por temporada. Y han reconocido que nadie se ha acercado a preguntar por el brasileño. Su cara larga, al parecer, seguirá siendo la constante.
Ozil, el problemático
Mesut Ozil ama la polémica: reniega de su pasado alemán, se toma fotos con el tirano Erdogan de Turquía, se declara en rebeldía porque no quiere perder un centavo de sus 15,6 millones de euros de salario por temporada y en ese plan arrastra a quienes se le quieran sumar en el Arsenal. Ya son tres los que se negaron a negociar sus salarios en medio de la crisis por la pandemia... y contando.
Y al final el lío menor es justamente ese carácter sindicalista, que al final está en todo su derecho. EL verdadero problema es que de los 47 millones de euros que pago el club de la Premier League no se amortizó nada, al menos en términos deportivos. Pasó Emery y no logró potenciarlo y con Arteta la situación no cambió. ¡Y era el llamado a hacer la diferencia! Ahora el club de Londres tiene un año más de contato y un salario que no se modificará, al menos por ahora, pues el turco, exalemán, siente que sin clasificación a Champions ya sacrificó lo que le tocaba en la pandemia.
Con 31 años, un garage con los más lujosos autos del mercado y un jet privado, está listo para jugar, según se dice, en el Fenerbahce. Pero también entonces hará una jugada más más: alargaría las negociaciones de renovación para salir libre a final del año, entre el desencanto y la necesidad del Arsenal de no pagar su ostentoso y poco eficiente salario. ¿Empatía? Ese asunto no es con él.