Mientras la lluvia caía tenuemente al esconderse el sol, los hinchas de Millonarios empezaban a acercarse por las diferentes calles de Bogotá. La carrera 30, la calle 53 y la 63 eran un caos que no parecía tener final.
Sin embargo, en medio del trancón apareció primero el bus con los jugadores de Santa Fe, a quienes fueron recibidos en un ambiente hostil en El Campín. Entre chiflidos y palabras de todos los calibres- menos de apoyo- los jugadores cardenales se bajaron del vehículo y entraron rápidamente al estadio.
A la expectativa de la llegada del bus con los jugadores del azul, los hinchas se agolpaban en los puentes peatonales. Niños, adultos y ancianos, iluminaban lo que ya era la noche del miércoles 13 de diciembre del 2017.
“Este es una de los partidos más esperados de toda mi vida. Aunque hoy (miércoles) no se defina el título, espero que Millonarios gane”, le dijo a FUTBOLRED Arturo García, un hombre 72 años que llegaba al estadio con su hijo, Roberto.
La llegada del vehículo con los deportistas de Millonarios desató la pasión de los hinchas que estaban sobre la carrera 30. Entre pirotecnia, cánticos y gritos de aliento, cada uno de los jugadores se bajaron del bus en el que tuvieron que dejar, la angustia, las ansias y la presión.
En El Campín, las tribunas se llenaban poco a poco. Oriental fue la tribuna que más pronto se vio pintada de azul y blanco mientras en las afueras del escenario capitalino, los revendedores buscaban vender las boletas de occidental entre 300 y 500 mil pesos.
Como siempre, los jugadores de Santa Fe salieron a hacer el reconocimiento del terreno de juego. Los pies descalzos tocaban el césped como cábala, mientras que un solitario Ramiro Sánchez salió a hacer lo mismo cuando los rojos se habían resguardado en su camerino.
Poco a poco la lluvia mermó las caras alegres inundaron las tribunas. El regocijo, la ansiedad, la ilusión se tomaban las almas de los casi 33 mil hinchas que estaban dentro y fuera del estadio.
Julián Bermúdez
Redacción Futbolred Bogotá

El equipo embajador espera vivir una fiesta redonda en el primer partido de la final. El Campín es una marea azul.
Foto: Archivo ETCE