Decía, con razón, el periodista Jorge Barraza, que cuando los resultados en un equipo van mal, los reclamos nunca van al lateral derecho sino al número Diez, al talentoso, al distinto. Y con eso carga James Rodríguez cuando la Selección Colombia está ad portas de la eliminación del próximo Mundial de Catar.
El zurdo ha vuelto justo para este nefasto remate de las Eliminatorias y, aunque se esperaba que fuera mucho más influyente, se ha quedado, como todos, a medio camino. Sí, con el agravante de que lleva a su espalda el 10...
James estuvo en el inicio de las Eliminatorias, durante la era Queiroz, en la victoria 3-0 contra Venezuela y el empate 2-2 contra Chile. Después fue uno de los apuntados en el vergonzoso 0-3 contra Uruguay y el posterior 6-1 contra Ecuador -que le costó la cabeza al portugués-, no solo porque apenas pudo marcar de penalti del descuento en Quito sino porque, según los rumores, habría protagonizado peleas con sus compañeros en el camerino, aquella noche para el olvido.
Para la doble fecha contra Perú (3-0) y Argentina (2-2) y la Copa América de Brasil 2021 vino el episodio de su no convocatoria por parte de Reinaldo Rueda, el cruce de comunicados, el drama y el que fácilmente pudo ser el divorcio entre el DT y su jugador estrella. En su ausencia Colombia empató 1-1 contra Bolivia (en La Paz) y Paraguay y venció 3-1 a Chile en Barranquilla en septiembre, y luego igualó 0-0 contra Uruguay, Brasil y Ecuador.
Y cuando empezó a ser notorio que faltaba elaboración, que el equipo de Rueda no solo no convertía sino que ni generaba opciones de gol por falta de un pasador preciso, como el zurdo, el DT dio su brazo a torcer y lo convocó para los duelos contra Brasil (derrota 1-0 y Paraguay (0-0), cuando ya había abandonado a Everton y a la Premier League y había emigrado al exótico y poco competitivo fútbol de Al Rayyan, en Catar. Con él en la cancha, después de un año de ausencia, Colombia perdió 0-1 contra Perú y 1-0 contra Argentina y comprometió la clasificación a la Copa Mundo.
¿Sirvió su regreso? A la hora de los balances, en los 8 partidos que ha disputado en las Eliminatorias logró una única victoria, 3 empates y 4 derrotas, un 25 por ciento de rendimiento. Muy poco para tanta expectativa.
Sin embargo, hay que decir que en sitios especializados en medir el rendimiento, como Sofascore, el creativo tiene una calificación promedio de 7,1 más allá de la anemia de gol, registra 83 por ciento de pases completados por partido y fue preciso en el 77 por ciento de los balones largos que intentó... básicamente lo que buscaba su llamado. Pero ojo al dato: su frecuencia goleadora es de un gol por cada ¡583 minutos!, solo registra 2,2 disparos por juego, apenas 0,2 a puerta y para rematar, en la tarea defensiva, que nunca en su carrera lo ha distinguido, solo tiene 0,4 por ciento de interceptaciones por juego. Apenas lleva un gol de penalti y no tiene ninguna asistencia. Otra vez muy poco.
Esos fríos números contrastan con la inocultable realidad de que, sin el cucuteño, Colombia, también en 8 partidos, ganó dos, empató 6 y no registró derrotas. El rendimiento fue de 50 por ciento, el doble de lo que se hizo con su presencia en el campo.
Por eso las miradas apuntan a él y, más allá de que trate a su propia afición con poco amables calificativos (desagradecidos de m... por ejemplo), todos, empezando por él, esperaban un mejor rendimiento. ¿Qué le pasa al hombre clave de la mejor figuración histórica en un Mundial? Que ya no compite en la élite, que cuando lo hizo fue víctima constante de lesiones musculares, que ahora factura bien pero hace parte de una liga muy menor que no le garantiza el nivel necesario para unas Eliminatorias. De su compromiso no hay quejas, pero de su efectividad en el juego sí, pues lleva cuatro partidos sin hacer la diferencia.
¿Momento de pensar en el fin de su era en Selección Colombia? Todo pasará por lo que suceda en marzo próximo, en los duelos de local contra Bolivia y de visitante contra Venezuela. A sus 30 años parece prematura la jubilación. Pero por ahora está en deuda.