Hazañas de color marrón

Opinión de Nicolás Samper sobre la eliminación de River Plate y la hazaña de Platense.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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21 de mayo 2025 , 06:53 a. m.

La rabia de sentirse ultrajado, de haber sido desposeído de lo que se obtuvo de manera honrada; la impotencia de quien tiene que soportar que el sistema no permita de ninguna manera que haya un nuevo protagonista capaz de sorprender, sino que, como sea, el gigante debe llenar el espacio pisoteando al que se le ponga al frente. Pero también la dignidad del que, herido y maltratado, no se doblega: eso lo hizo Nacho Vázquez, capitán de Platense, en el instante que el remedo de réferi Yael Falcón Pérez los juntó a él y a Franco Armani para el sorteo de la definición desde el punto penal.

Vázquez nunca miró al juez durante el sorteo: clavó los ojos inyectados en sangre y lágrimas en el infinito, buscando fortalecerse mentalmente y aguantando darle una trompada al árbitro, el mismo que añadiendo minutos inexistentes a un partido resuelto a favor del visitante, comenzó a inclinar el campo en contra del “calamar” hasta que River lo empató en la agonía. Y mientras su mirada se perdía y el monigote de Falcón Pérez lanzaba la moneda al aire para decidir arco y equipo que patea primero, el zaguero seguro debía estar pensando que no tenían porqué estar en definiciones por penales, porque Platense defendiéndose bien y aprovechando la ventaja conseguida por Taborda en el primer tiempo, debía irse de la cancha como justo ganador. Y las imágenes del perdón de Falcón Pérez a Acuña, que no fue expulsado haciendo méritos, o del lateral a favor de Platense que el réferi omite y que derivó en la pena máxima que le hicieron a Borja y que determinó el empate de Mastantuono en aquellos minutos de más que solamente existieron en la mente del parcializado árbitro, se mezclaron hasta que Vázquez, al ganar el sorteo, siguió sin mirar al juez. Solamente dijo “pateo yo, pateo yo”.

Lo hizo y con suspenso anotó el primero en la tanda que luego favorecería a Platense 4-2 y que lo instaló en las semifinales del campeonato, donde enfrentará al San Lorenzo que dirige Miguel Russo.

Platense supo mucho tiempo de extraños milagros que le dieron sentido a su existencia como club, casi siempre, emparentándose con el drama del que no quiere perder su lugar en el fútbol grande como en aquella definición de 1977 frente a Lanús, para no irse a la B. La misma que se disputó en medio de la noche, la lluvia y las 22 penas máximas pateadas por ambos clubes. Con el arquero Miguelucci atajando cuatro de esos remates, Platense ganó 8-7 aquellos penales y pudo continuar en el fútbol de los domingos.

A falta de grandes resultados la épica visitaba de vez en cuando los cuarteles marrones, como aquella tarde de 1984 que Boca Juniors lo vencía 2-0. Gabriel Puentedura, arquero de Platense, había quedado con conmoción cerebral luego de un estrellón con el uruguayo y figura de Boca Fernando Morena, pero pidió no ser reemplazado, hasta que, muy groggy, finalmente salió de la cancha. Le tocó atajar a un defensor, porque Platense ya había agotado sus modificaciones. Entonces Óscar López Turitich, lateral derecho, debió ir al arco. Llamativamente Platense, en medio de sus carencias y del panorama adverso de estar con 10 hombres y un arquero improvisado, empató el juego con goles de Falero y Alegre. Al final terminó con ocho hombres porque Gasparini se lesionó y expulsaron a Godoy y fuera de eso, le pitaron un penal en contra al minuto 88. Pateó el infalible Fernando Morena y López Turitich atajó el disparo.

Hazaña gigante esa, tal como la del triunfo en el Monumental 3-2 frente a River en 1987, la tarde en la que el descenso era un hecho casi que consumado. Platense debía vencer a River y esperar que Temperley -el otro implicado en la lucha por no descender- no venciera a Rosario Central. Al finalizar el primer tiempo Platense estaba en la B: River lo vencía 2-0 y Temperley ganaba 1-0 a Central. El asunto no sufría variaciones a pesar de que Central empató las acciones contra Temperley porque Platense seguía abajo en el marcador. Ahí cambió todo, en el minuto 61. Al campo ingresó para Platense un nueve potente llamado Miguel Ángel Gambier que se encargó de hacer tres goles en 25 minutos. El triunfo de Platense y el empate de Temperley provocaron que ambos clubes jugaran un desempate para saber quién perdía su cupo en la A. Fue a los dos días, en cancha de Huracán: Platense se llevó el partido con un 2-0 que lo dejó de nuevo en primera.

En 1999 tras su descenso a la B, le costó bastante a los calamares regresar. Incluso bajaron una categoría más en ese tiempo y luego de su vuelta casi coronan la gloria en la Copa Argentina, pero cayeron 1-0 en la final ante Rosario Central.

Pero siguió en ese camino que hoy lo tiene en semifinales gracias a ese extraño tesón que surge de su camiseta cada vez que el panorama es negro, solamente iluminado por alguna luz mortecina, como diría entre cantos Roberto Goyeneche, uno de los más grandes tangueros en la historia y el hincha más famoso de ese Platense de los milagros..

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