Los meteorólogos llaman 'tormenta perfecta' a un evento potencialmente peligroso que se hace más grave por una combinación extraña de circunstancias inusualmente severas. Así, más o menos, como lo que se vive hoy en la sede de Atlético Nacional.
El equipo salió a lo que debió ser un paseo en la pradera contra Nacional de Paraguay en fase 2 de Copa Libertadores, pues no solo por nómina, por historia y por potencial era el favorito, sino porque tenía el beneficio, por ser bicampeón de América, de haberse librado a los 'cocos' del sur del continente, con lo cual el acceso a fase de grupos era lo esperable.
Pero el clima se empezó a enrarecer cuando se empezaron a acumular los problemas: Jhon Bodmer no logró enderezar el barco y sumó a sus dolorosas derrota en Liga ese 1-0 de la ida de la llave contra los paraguayos que agregó una presión de la cual ya no pudieron salir los verdes. para rematar, a su regreso a Medellín presentó renuncia irrevocable y le dejó 'el trompo en la uña' a un empleado, Juan Camilo Pérez, quien nunca tuvo ni la autoridad ni el tiempo de trabajo que requería la emergencia.
Así fue como, en un instante, empezaron a caer rayos y centellas sobre la casa verde: Nacional ajustó cinco derrotas consecutivas (Tres en Liga, dos en Libertadores), la última muy grave, porque faltó un plan, una herencia para el interino Pérez que le hubiera permitido reaccionar mejor pero que Bodmer no dejó porque nunca tuvo una nómina base y cuando mejor la perfiló el DT la desarmó.
Después vinieron las fallas individuales: el portero Santiago Rojas se come goles insólitos en Libertadores y en Liga es protagonista más por buscar pelea que otra cosa: Bernardo Espinosa hizo gala de una asombrosa lentitud y lo de Sergio Mosquera fue una oda a la imprudencia. Edier Ocampo ya no fue ni lateral ni extremo confiable (aunque con Bodmer pintó muy bien), Robert Mejía fue de más a menos y a los delanteros, empezando por Eric Ramírez, se les cerró el arco.
Por si hicieran falta más coincidencias, la base de experiencia con Espinosa, Dorlan Pabón, Jefferson Duque, Mosquera y Pablo Cepellini, los mayores de 30, no tuvieron la rebeldía, mental ni física, para sacar a los muchachos de la ansiedad y contrarrestar el juego del rival de Libertadores y de cada equipo de la Liga. .
En ese escenario, el plan de ataque verdolaga no pasa de Dorlan Pabón y Mantilla lanzando improductivos y previsibles para los rivales y después excursiones individuales, apuntando al caudillismo, que en una coyuntura así de crítica suele terminar en derrotas.
El granizo de la tormenta es, finalmente, ese divorcio entre el club y su afición que acabó en amenazas a Bodmer y su familia, violentas reacciones a las afueras del Atanasio, aplausos a los rivales y antipatía total con su propio equipo.
Y la tormenta perfecta se consolida con un calendario que a Pablo Repetto lo obliga a ganarlo todo para no comprometerse al final en la obligación radical que ahora tiene Atlético Nacional de ser campeón para paliar, en algo, su grave crisis.
Ojo al itinerario:
Sábado 2, visita a Junior... El calvario de ganar en Barranquilla y contra una nómina rutilante, digan del campeón
El 10 de marzo recibe a Atlético Bucaramanga... Vaya hágale un gol a este equipo de Dudamel
El 16 de marzo visita a Boyacá Chicó... Tunja fue siempre un tremendo obstáculo
El 24 recibe a Pasto y el 27 a Jaguares (pendiente de fecha 8)... Cualquier tropiezo ahí comprometerá la confianza...
El 30 de marzo visita a Envigado, una victoria sencillamente inaplazable
Repetto necesita disparar el rendimiento para llegar a esa altura a 26 puntos, porque después el cierre es durísimo: Santa Fe Pereira, DIM y Tolima nadie garantizan cuadrar la caja. Llueve a cántaros en Atlético Nacional. Y es esa la tormenta que necesita sortear Repetto: ¿es el piloto ideal para la emergencia?