Era un Golliat, como Brasil, contra un David, que era una Venezuela muy diezmada por un contagio masivo masivo de covid-19. ¿Qué más iba a pasar sino una goleada?
El equipo de Tite arrancó con un contundente 3-0 en Brasilia su presentación en la Copa América 2021, aviso para los grandes favoritos al título y nada que agregar a un rival que lo tuvo todo en todo en contra, sin sus hombres clave, que se presentó con gallardía, a pesar de las difíciles circunstancias.
Los 16 positivos por covid 19 limitaban a una Venezuela que plantaba cara contra un local que, en contraste, lucía a todas sus estrellas.
Desde el pitazo esa diferencia se notaba. Y a los 10 minutos llegaba la opción más clara del local, un centro de REnan Lodi al que llegó en su zambullida Militao, infortunadamente sin suficiente dirección después de haber vencido ya a Graterol, en su imprecisa su salida.
Hasta que cayó el gol: el eterno entrenamiento del tiro de esquina que cobra Neymar y que Marquinhos corona se vivió en este inicio de Copa América, ahora no de cabeza sino en una jugada de confusión y un puntazo oportuno para el 1-0 a los 22 minutos de juego. Aguantó más de 20 dirá alguien en Venezuela, consolándose tras su difícil situación previa a este debut.
A los 25 le arruinaban el grito de gol a Richarlison en el centro cruzado de Renan Lodi y a los 29 Militao le daba un pase excelso a Neymar pero, tras el regate, se le iba muy cruzado el intento... los médicos, que también se enferman.
Pero salvo por un par de excursiones de Aristeguieta y Luis Martínez, se jugaba casi de un solo lado del campo. En el primero y en el inicio del segundo tiempo.
Por eso no era de extrañar que tuviera Brasil el gol al inicio del complemente cuando Gabriel Jesus le servía a Neymar un asistencia a la que no llegó la estrella por centímetros, ni que cayera el segundo tanto a los 63, en el error de Cumana, el debutante, con una falta en el área a Danilo que Neymar, con su carrerita de siempre, cambiaba por gol. Era un 2-0 apenas a media máquina, contra una Venezuela mixta, que aguantaba más que jugar, que sobrevivía más que cualquier otra cosa.
A los 88 el moño era una salida veloz de un Neymar consciente que había que golear en el primer partido, ante un Graterol (sí, el de América) que se apresuraba a salir a cortarlo mientras el atacante levantaba la cara y ubicaba a Gabigol, quien casi de panza solo tenía que meter la pelota al arco para sentenciar el 3-0 final.
Y así Brasil, la que no quería Copa, arrancó con un buen sorbo. No mucho más que añadir a un equipo con sus titulares sanos, que supera a uno pleno de emergentes. Tres puntos y fin de la historia.