Es como en aquella célebre novela 'El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde': una cara cuando se viste de amarillo y otra, radicalmente distinta y no precisamente buena, cuando le cambian el color.
Así parece ir la carrera de James Rodríguez fuera de la Selección Colombia, el único equipo del mundo hecho a su medida. Solo para su país, como Jekyll, hace gala de su liderazgo y su talento sin medida, rompe récord de asistencias en Copa América (6), gana cuatro veces el MVP, juega más de 100 minutos sin asomo de fatiga y es elegido mejor jugador del campeonato por encima de Messi, de Vinicius Jr, de todos. Allí y solo allí es capaz de hacer que el mundo hable de su talento antes de todo lo demás.
Pero por fuera de ese domo, al mejor estilo de Mr. Hyde, es un jugador difícil de manejar para los entrenadores y complejo de negociar para los dirigentes, una víctima constante de lesiones, apenas apto para jugar tramos de partidos al más alto nivel, una promesa de recuperación que nunca llega a cumplirse y que, una y otra vez, se despide convencido de que la culpa es de otro.
Desde la temporada 2019/2020, cuando harto de ser suplente en Real Madrid pidió una salida desesperada que le fue concedida, la imagen que rebota en el espejo es la un enorme talento que, con el tiempo, se convierte en incertidumbre, conflicto y decepción.
Mucha expectativa, poca realidad
Según los datos de Sofascore, en las últimas cinco temporadas el colombiano apenas jugó 87 partidos, 17 por temporada. El promedio (en el mejor de los casos) es de 66 minutos por partido.
En esos compromisos marcó 18 goles, dio 25 asistencias y requirió 174 minutos para producir gol. El problema es cuántos partidos necesita para eso pues les lesiones suelen aparecer, indefectiblemente, cuando está tomando ritmo.
En Everton jugó 26 partidos, en Al-Rayyan solo 16, en Olympiacos 23 y en Sao Paulo 22. Pero fueron, generalmente, tramos de encuentros. Solo en el equipo inglés, a donde llegó de la mano de Ancelotti, uno de sus padres futbolísticos, pudo superar la barrera de los 2 mil minutos efectivos de juego y allí marcó 6 tantos, dio 8 asistencias y requirió menos tiempo que nunca para producir gol: 146 minutos.
James Rodríguez en últimas 5 temporadas
Foto: Sofascore para Futbolred
Pero el factor común fue la manera como salió de cada una de esas instituciones, que lo llevaron como gran ídolo y lo despidieron como gran problema.
De Everton salió inesperadamente despedido por Rafa Benítez, de Al-Rayyan dijo haberse ido por graves problemas de adaptación, de Olympiacos salió en medio de un episodio nunca aclarado en el que se fue tras ser reemplazado, de Sao Paulo se está yendo -según la prensa brasileña renunciando a una millonaria deuda- porque no contó para Zubeldía... como difícilmente lo hizo antes para Dorival Jr. y Thiago Carpini...
Y a pesar de todo, las calificaciones del zurdo estuvieron, en promedio, por encima de los 7 puntos, lo que deja un claro mensaje: el verdadero riesgo con James es querer quedárselo, como decía una antigua campaña publicitaria, pero tenerlo implica muchísima paciencia, un manejo distinto al del resto de la plantilla y una alta inversión económica, sabiendo que él puede retribuirla unas veces a fuerza de talento y otras a puro impacto mediático.
Si se animan pueden llamar a Néstor Lorenzo en Colombia, a Heynckes en Alemania o a Ancelotti hoy en Madrid para enterarse mejor del método más aconsejable. Si no, contacten a Zidane, a Kovac, a Rafa Benítez o incluso a Zubeldía para llenarse de motivos. James, con todo y sus 33 años, ya demostró que vale su peso en oro. Pero como muchos lujos en la vida, no es para todo el mundo.