Que está en Madrid, que no tiene reservas ni para Brasil ni para Indonesia, que solo él sabe qué está esperando exactamente. Todo es cierto cuando se habla de James Rodríguez.
En sus redes sociales da una que otra puntada pero, hasta ahora, nada concreto. Su último post, con un emoji de reloj de arena, da la idea de que algo que no conocemos se está moviendo y que, tras la ola de críticas por su inesperada salida de Olympiacos, podría salirse con la suya.
Y aún así no es fácil: cualquier club que cruce su inestabilidad de los últimos cuatro años, su nutrido historial de lesiones y sus últimas traumáticas salida de sus clubes, antes de cumplir los contratos, sabrá que corre un riesgo alto. Si le suma los 31 años de edad podría ser un apuesta casi suicida.
Pero es James, de cuyo talento no se dudó nunca, y el mercado, que está a punto de echar a Cristiano Ronaldo de Al-Nassr y a Messi de PSG, puede dar cualquier sorpresa.
A eso se aferra y, entre tanto, elige su camiseta. Así se dejó ver, junto a su hijo Samuel, en una cancha cualquiera pero no con cualquier camiseta: en vez de elegir la de Real Madrid o el Bayern, dos de los equipos más poderosos del mundo, se fue de retro y se puso la de Envigado, donde comenzó su exitosa carrera.
No significa que sea un mensaje para que vayan por él, pues todos saben que habría que empeñar el club más de una vez para pagarlo, pero sí del claro mensaje de sus ganas de volver a jugar cuanto antes. ¿Se le dará? Todo parece ahora cuestión de tiempo...
James Rodríguez
Foto: Tomado de Instagram @jamesrodriguez10