¿Por qué Muriel y Zapata se inspiran en Atalanta y en Colombia sufren?

Los delanteros se reportaron en valiosa victoria en Champions y en su país se extraña esa precisión.

Selección Colombia

Foto: EFE

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24 de noviembre 2021 , 06:06 a. m.

El sentimiento es uno solo: envidia. Duván Zapata no perdona una sola opción clara y Luis Muriel es solución hasta en la pelota quieta sin siquiera estar mucho tiempo en la cancha para hacer diferencia.

Envidia. De la mala. Ambos se reportaron en el 3-3 de Young Boys contra Atalanta en Champions League y le devolvieron a su equipo la posibilidad de depender de sí mismo en el grupo F, pues cierra en Bérgamo contra su rival directo, el Villarreal, que está solo un punto por arriba en la tabla. Son goles que abren todas las puertas... Como esos que tanto se extrañan cuando vienen a la Selección Colombia...

¿Por qué rinden tanto en su club y tan poco cuando juegan para su país? Porque les cambia todo. Absolutamente todo.

Para empezar, el caso de Zapata. Diez goles en 16 partidos son su balance de la temporada. Este martes anotó su segundo tanto en Champions, con lo cual cobra mucho valor el temor que confesaba Guillaume  Faivre, arquero de Young Boys, en la previa del suelo en Suiza: "¿Un jugador del que sospecho particularmente del Atalanta? Duván Zapata", decía. Se demoró diez minutos el delantero en demostrarle que tenía toda la razón. 


¿Qué hizo allá que no ha podido hacer en Colombia? Definir con la potencia que se le conoce desde siempre cuando lo dejan darse la vuelta, contar con la pizca de suerte del roce en un zaguero para desubicar al portero y al final, atreverse. Ojo, acá también cumple esos tres principios, no es que acá no corra o no se esfuerce o se intimide. Pero lo que le falta aquí es el entorno que le da Atalanta: un mediocampista experto en marca pero con proyección como Freuler; un Pasalic que se encarga justamente de pasarle balones limpios para que él corra de frente al arco rival y no tenga que retroceder en busca de apoyos; un Malinovskyi con pase y gol que arrastre marcas para abrirle espacios (un segundo dolor de cabeza para la zaga rival) y un Maehle o Zappacosta que corran por las bandas para hacer más ancho el campo y ampliarle horizontes a la hora de entrar al área o de tirarse a una banda con libertad y con la seguridad de que, si él no finaliza, lo harán ellos.

Hoy Barrios o Uribe o Lerma no le dan la garantía del acompañamiento; ni James o Quintero la de la creación; ni Díaz -siendo el mejor de Colombia en la actualidad- o Cuadrado.  Hay que ser realistas.

Es distinto el caso de Muriel. Hay que reconocer que la lesión lo limitó en su club y en su selección, pero a pesar de eso suma 3 goles en 363 minutos en cancha. Lo hace porque es un 'suplente de oro', aunque a él no le guste la referencia. Cada vez que entró pesó su potencia sobre un rival agotado, hizo diferencia en la pelota quieta y fue un asistente de lujo. Finalizó porque físicamente le está costando. Y su DT lo entendió. Sin presión. A Colombia llegó con apenas unos cuantos minutos de juego en su equipo y la presión de hacerle goles a Paraguay a como diera lugar, aún por encima de otros jugadores con más ritmo. Se le respeta la antigüedad para eso pero no, por ejemplo, para confiarle un tiro libre cuando viene del lujazo que le había marcado a Real Madrid y de este último, contra Young Boys. Se entiende que James lo esté porque lo supera en ese ítem, pero no puede ser que Cuadrado esté por delante en esas definiciones cuando no tiene la mitad de su efectividad. 

Zapata y Muriel se atoran vestidos de amarillo porque no tienen el entorno favorable ni las repeticiones del trabajo de su club. Esto último lo tienen muy pocos jugadores en las Eliminatorias Suramericanas, así que eso no es excusa. Lo que sí es una necesidad es darles a jugadores como ellos, que han dado prueba suficiente de tener la llave para abrir cualquier cerrojo, un ambiente menos sacrificado y más libre de cara a gol. De lo contrario, lo que se sumará es más ansiedad y no las celebraciones de una Selección que sufre, como la peor condena, a la hora de coronar la meta básica del fútbol: el gol.

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