Francisco Maturana es el entrenador que cambió para siempre la historia del fútbol colombiano, el que dio el paso del 'jugamos como nunca y perdimos como siempre' que era un dicho popular a finales de los 80, y le dio al país dos primeros títulos históricos: el de la Copa Libertadores con Atlético Nacional en 1989 y el de la Copa América de 2001. Este último sigue siendo el resultado más importante de una selección nacional de mayores, casi 20 años después.
El chocoano alcanzó tal nivel de reconocimiento y de respeto en el mundo, que tras aquellas impactantes presentaciones en el 0-5 contra Argentina y el preámbulo del Mundial de Estados Unidos en 1994 (luego la realidad de la competencia y una eliminación en primera ronda, dictaron sentencia) llegó a ser uno de los entrenadores más cotizados en Europa. Sí, en Europa.
Dirigió a Real Valladolid y Atlético de Madrid con resultados dispares y, según reveló en entrevista con El País de Cali con modestia, su nombre se hizo muy popular: "Ir al Valladolid fue un honor, un negrito colombiano dirigiendo en Europa. Y fueron a ver mi trabajo personajes como Juan Manuel Lillo. Real Madrid mandó a ‘Rafa’ Benítez, que entrenaba las inferiores. Silvio Berlusconi mandó a Fabio Capello, después hice amistad con él y Arrigo Sacchi. Y ahora en cuarentena me escriben de La Masía del Barcelona, una carta muy bonita, donde me invitan a compartir con ellos, y obvio, mi vanidad tambalea. ¿Qué me faltó? Yo apelo a lo que una vez me dijo Jorge Valdano. Me dijo que me faltó desarraigarme de Colombia y seguramente me hubiera quedado allá. Nunca estuve posicionado donde estaba".
Y entonces alcanzó el pico: ¡firmó contrato con Real Madrid que nunca cumplió! "Firmé contrato, el aval lo dio Vicente del Bosque, luego de ver jugar al Valladolid. Los directivos me invitaron a una cena y me preguntaron que si sabía lo que acababa de ocurrir. Les dije que sí, que había firmado un contrato, y me dijeron que no, que era mucho más, que había tocado el techo del fútbol y que había que brindar con champaña Dom Pérignon, un nombre que en mi vida yo nunca había escuchado. Y les respondí que aún no había tocado el techo, que eso sucedería el día que me sentara en el banco del Real Madrid, y que cuando eso pasara, yo invitaba al tal Dom Pérignon ese. Y después pasó lo que pasó, Madrid se fue en caída, me dijeron que mientras yo llegaba autorizara un técnico, le dije al presidente Ramón Mendoza que el equipo no era mío, y ellos llevaron a Radomir Antic, que ganó seis partidos y empató uno. Me dijeron que había armonía, pero que conmigo había un contrato, que llegara como manager y que cuando Antic comenzara a fruncir, entraba yo. Le dije que no, que yo no era un gallinazo para estar pendiente de la carroña. Quedaron el respeto y el aprecio", contó.
Volvería a Colombia, según él, por una alta dosis de 'montañerismo': "Un día me llamó Hernán (‘Bolillo’) y me dijo: “Pacho, allá no vas a ganar con Valladolid, vos ganás acá, y para que ganés en Colombia solo hay dos equipos, América y Nacional, y en Nacional estoy yo. Me vine para el América y gané. Yo quería ganar. Me faltó entender mejor las situaciones, porque en Europa seguí siendo un montañerito".