La Selección Colombia Femenina terminó su participación en los Juegos Olímpicos 2024 con un balance positivo, más allá de las derrotas, que en todo caso son aleccionadoras. Para un proceso en ciernes, el resultado no es malo. Eso si, habrá que corregir hacia el futuro para evitar las decepciones que se vivieron al final.
Lo bueno
1. Por primera vez en la historia un equipo de fútbol colombiano superó la primera fase de unos Juegos Olímpicos, un torneo con unas condiciones muy especiales que reunió a varias de las mejores selecciones del mundo. Eso no se puede perder de vista por la derrota contra España: se dio un paso firma hacia adelante y eso no solo reconoce el esfuerzo de la actual generación sino que les pone una vara alta a las demás generaciones, de hombres y mujeres, de cara al futuro en las Olimpiadas.
2. En cada partido en París el equipo se probó varias cosas: que no le falta talento para superar los obstáculos que se presenten en el camino; que hay compromiso y respaldos suficientes para levantar la cabeza cuando todo parece jugar en contra; que hay carácter para no sentirse derrotadas ni siquiera ante potencias mundiales; que se aprendió a competir siempre, sin importar el color de la camiseta rival, el torneo o la hostilidad del escenario.
3. Varias jugadoras mostraron una notable evolución en su juego, unas producto del roce internacional y otras de la madurez de sus propios procesos: el sacrificio en la marca está ahora en el repertorio de Linda Caicedo para elevar su calidad; Mayra Ramírez es una jugadora más potente y solvente e inteligente a la hora de encarar rivales; Daniela Arias y Jorelyn Carabalí se consolidan cada vez más como pareja de centrales en el presente y el futuro; Manuela Vanegas está siempre bien y mejora si se viste amarillo; Marcela Restrepo se consolida como una mediocampista con marca, salida y gol e Ilana Izquierdo emerge como alternativa incluso cuando reaparezca la lesionada Lorena Bedoya.
1. Cada vez que hay que enfrentar a potencias mundiales un detalle escapa al manejo y precipita las derrotas. Contra Francia, contra Canadá y contra España en cuartos de final siempre faltó una pizca, a veces de concentración, a veces de talento para resolver partidos cerrados, a veces de suerte para esquivar lesiones o para no estrellas balones en los palos. Algunos acusan falta de mentalidad pero eso es simplista y no es una característica de esta Selección Colombia. Pero es un hecho que cuesta mantener la tensión competitiva por largos periodos y ese es un problema crónico que obliga a cuestionarse.
2. El tema del nivel físico es una señal de alerta que no se puede ignorar: Colombia puede competir al máximo nivel cuando está arriba y abajo en el marcador, pero en momentos críticos, como los últimos minutos contra España, de repente le pesa más el cansancio que a todas sus rivales. Claro, las españolas juegan cada tres días, disputan Liga, Copa y Champions League permanentemente y saben cómo dosificarse y cuándo apretar el ritmo porque tienen más fondo físico. Las que juegan en ligas internacionales siempre lucen mejor, pero las de la liga local, que apenas tienen un par de meses de competencia en el año, sufrirán siempre en torneos que exigen partidos cada tres días y en altísimo nivel.
3. El camino de éxitos de este equipo, que fue subcampeón de Copa América, que por primera vez llegó a unos cuartos de final de un Mundial de Mayores en 2023 y que ahora supera por primera vez en la historia, demuestra que hay madurez suficiente para pasar al siguiente nivel, al de los títulos. Es bueno no escuchar más la frase de cajón de "vamos a tratar de hacer un buen papel" y saber que las derrotas golpean muy, muy fuerte, porque eso implica que al próximo reto irán con más hambre, más ganas de revancha, más ambición. El camino es el correcto. Es sobre estas derrotas que se construyen los equipos ganadores.