Un golpe de suerte. Eso, según el propio Carlo Ancelotti, resolvió lo que para Everton se volvió un lío casi insuperable: ganar en Premier League.
Pasa una vez cada decenas de partidos en una liga de la altísima calidad de la inglesa y le pasó a Leno, un veterano, un arquero rendidor: ¿y por qué entonces hay que renegar ahora de la suerte? No hay que ser tan quisquillosos.
Contra Arsenal, el desarrollo del partido fue francamente mediocre, pero por mucho que los críticos busquen en la tabla no encontrarán nada distinto a tres puntos. Antes, contra Crystal Palace y hasta contra Tottenham, cayó más de un elogio pero subió un punto a la cuenta. Ahora hay tres y puede que no sea justo (tan poco de eso hay en el fútbol, más ahora que hay VAR), puede que no haya espectáculo y que la magia de hombres como James se haya quedado esta vez en el camerino, pero no siempre la fortuna se pone la camiseta y por eso, más allá de explicarla, hay que aprovecharla.
"Es el gol más 'hot' que he visto", decía Holgate en broma tras la esquiva victoria. Tal cual: ¡pasaron 25 años sin ganar a domicilio contra el equipo del norte de Londres! ¿Qué puede ser más sexy que eso?
Así lo vio la plantilla y así también Ancelotti, quien no se llama a engaños: varias veces ha reconocido que los puntos están llegando más por actitud que por fútbol y que las victorias más justas, en términos de juego de equipo, las puede contar con los dedos de una sola mano. ¿Y?
El asunto es que esa euforia pasó y es hora de volver a encender el fuego. Everton no puede renegar ahora de lo que ha ganado porque, con 52 puntos, está a solo 3 del cuarto lugar de la Premier. Pero vienen seis partidos que, aunque suene a verdad de Perogrullo, son finales: el próximo sábado el rival será Aston Villa (puesto 11, 44 puntos) y es, fácilmente, un respiro. ¿Para qué? Para el duelo crucial, el bisagra, el partido de los partidos en esta recta final: West Ham, de visitante, el 9 de mayo (10:30 a.m.). Se trata del dueño de la quinta casilla, la de Europa League, con 55 unidades, 3 más que Everton. Ese día será el día.
Y se pone mejor: llegará Sheffield el 11 de mayo en Goodison Park (el ahora temible reto de ganar en casa) y el cierre contra Wolves (12, 41 puntos, pero siempre un hueso durísimo) y cierre, el 23 e mayo, contra el que para ese momento ya debe ser campeón, el Manchester City de Guardiola, en el Etihad.
Puede pasar que se hagan los puntos correctos, que Tottenham sin Mourinho se acabe de descolgar y que al sorprendente West Ham le de la pálida justo ahora. Puede ser que Everton sucumba ante sus propios y numerosos problemas defensivos y se condene solo antes de que se cierre el calendario.
Pero el riesgo habrá que correrlo como contra Arsenal: usando el comodín, sin renegar de la suerte, especulando si hay que hacerlo y provocando si hay herramientas Ya no se trata del juego colectivo, del peso de un James que a esta altura pasará a ser un soldado más a la causa, de si Richarlison se va a ganar algún dia el Balón de Oro o de si Calvert-Lewin necesita estar mejor rodeado para explotar su potencial. Todo eso habrá tiempo y plata para resolverlo en el próximo mercado, en la oficina de Marcel Brands.
Lo de Ancelotti, lo de ahora, lo urgente por encima de lo importante, es ganar como en el Emirates: jugando bonito o feo, a nada por momentos y a todo cuando se pueda. A caballo regalado no se le mira el colmillo. Esta vez, más que nunca, el espectáculo puede esperar.