Este día no se olvida para el hincha del América. Y para nadie que haya estado vivo ese 31 de octubre de 1987 y que estuviera frente a la pantalla de televisión viendo el tercer partido de la final de la Copa Libertadores entre Peñarol y América jugado en el Estadio Nacional de Santiago, en Chile, con el arbitraje del recientemente fallecido Hernán Silva, juez que cada vez que pitaba, lo hacía en contra de cualquier interés de equipos colombianos. Con Silva siempre se perdía así no influyera en el arbitraje.
José Orlando Ascencio, Sub-editor de la sección deportiva del diario El Tiempo, hizo su propia reseña sobre lo que fue aquel partido visto desde el lado americano en un gran texto que nos recordó aquellas desgracias. Por eso desde este lado va el complemento del cuento que inició el gran José Orlando: la versión del lado uruguayo que considera hasta hoy que ese triunfo es el más épico de la larguísima y rica historia no solamente de Peñarol.
En el juego de ida en Cali, cuenta Diego Aguirre -hombre que terminó siendo decisivo para la definición de aquel torneo- que pocas veces vio un clima más enrarecido en un camerino de fútbol porque, obvio, la Libertadores de esos años era como estar en Vietnam con un arma de juguete. Cuenta Aguirre en el libro “Yo 5 ¿Y vos”” de Gerardo Bassorelli (libro donde están consignados los cinco triunfos de Peñarol en la máxima competición continental) que ese primer encuentro en Cali fue de esos partidos en los que todos sabían que iba a ser imposible ganar. Lo que más inquietó a Aguirre y a toda la delegación fue un espeso humo que recorría cada esquina del vestuario del Pascual Guerrero y que había sido destinado para albergar a los 'charrúas':
“Estuvo el tema del famoso humo que no permitía casi respirar y no se veía. Después estuvimos muy tranquilos en el partido. Es una de esas cosas que no vas a poder comprobar pero pensamos que era un sedante o algo así. Todos los partidos los vivíamos al máximo, incluso los suplentes gritando hacia afuera pero ese día todos estábamos muy quietos. Esa duda me quedó siempre y fue algo muy comentado en ese momento”, comentó Aguirre. Esa noche América venció 2-0.
El libro también recuerda que en el segundo duelo, disputado en Montevideo, y que se definió a favor de Peñarol en el minuto 87 con gol de Villar -el marcador final quedó 2-1 para los aurinegros- el equipo rojo se hospedaba en el Hotel Columbia de la capital uruguaya. Con el tanto postrero hubo una llamada desde el estadio hacia el lobby del hotel: la fiesta preparada, con orquesta incluida, tenía que ser aplazada hasta nueva fecha.
Ya, el día del tercer partido -según el libro- Juan Manuel Battaglia, crack paraguayo y gran figura del América, tuvo una ocurrencia para sacar de casillas a sus adversarios: como ambos clubes estaban compartiendo lugar de concentración, Battaglia consiguió una camiseta de Nacional de Montevideo -archirrival de Peñarol- y se vistió con ella. Y enfundado en ese atuendo recorría cada callejón del hotel para quedar a la vista de los rivales que enfrentaría esa noche con un solo objetivo: provocar una expulsión durante el juego.
Para Peñarol resultó ser una victoria llena de épica y además la manera de no provocar una gresca monumental si es que se quedaban sin título, así lo rememoras Aguirre: “cuando empezó el partido el zaguero de ellos, Aponte era el apellido, vino sin pelota y me pegó una piña que me mató. Me acerqué y le dije que lo iba a matar antes de terminar el juego. Si no metíamos el gol se hubiera armado una generala que hubiera sido un bochorno. Hasta los suplentes estaban para entrar (a pelear)”.
Para el América fue el capítulo más doloroso de su historia internacional.
Nicolás Samper
En Twitter: @udsnoexisten

Nicolás Samper, columnista invitado.
Foto: Archivo Particular