“Oye, negro. Maldito negro: ¿por qué no vuelves a los campos de algodón de donde saliste? Yo te vi salir de una selva”: Los gritos vienen desde el banco de los Philadelphia Phillies. Es la voz de Ben Chapman (interpretado por Alan Tudyk en la película 42), manager del equipo de Pensilvania, justo antes de ordenar a su lanzador apuntar a la cabeza de Jackie Robinson, nieto de un esclavo y el primer beisbolista afroamericano en jugar en la era moderna de las Ligas Mayores de Beisbol en Estados Unidos.
Han pasado más de 75 años desde aquella temporada en la MLB y aún hay cosas que no han cambiado en el deporte, enfermedades que no se curan. “Macaco de mierda”, gritaban esta semana los hinchas de Juventus a Romelu Lukaku, delantero del Inter de Milán, mientras simulaban movimientos y sonidos de simios en la tribuna.
La misma tarde, Nico Williams, atacante del Athletic de Bilbao, decidía cerrar su cuenta de Instagram ante la avalancha de insultos racistas tras la eliminación de su equipo en semifinales de la Copa del Rey.
Un par de días después, Benjamin Henrichs, defensa central del Leipzig, compartía en sus redes pantallazos de los mensajes directos con contenidos racistas y amenazas a su familia, recibidos a través de plataformas digitales después que su equipo venciera al Borussia Dortmund. También esta semana, se reencauchó desde el Camp Nou, estadio del Barcelona, el “Vinicius muérete” y el grito de “mono”, ya lamentablemente tradicionales en la visita del atacante brasileño a casi todos los estadios de España.
Incluso en Colombia, donde casi todos somos producto de una fantástica mezcla racial que debería enorgullecernos y alentarnos a protegernos, a cuidarnos; hay agresiones de este tipo entre colegas. Marco Pérez, futbolista de Águilas Doradas, denunció a principio de la semana que Alexander Mejía, mediocampista de Unión Magdalena, lo llamó “esclavo” y “muerto de hambre”.
Robinson fue elegido como el novato del año en su temporada de debut en la MLB, jugó seis veces el All Star Game y fue designado como mejor beisbolista de su conferencia, conquistó la Serie Mundial en 1955, fue incluido en el Salón de la Fama del Beisbol y su dorsal, la numero 42, fue retirada de todos los equipos a manera de homenaje. A todo eso seguramente renunciaría hoy desde la eternidad a cambio de un poco más de respeto para sus hermanos.
“Es 2023 y siguen los mismos problemas, pero no vamos a permitir que lo sigan haciendo”: escribió Kylian Mbappé en sus redes sociales después de los acontecimientos de esta semana. Y sí, la solidaridad es lo único que alimenta la esperanza respecto a algún día curar este mundo enfermo. Como dice uno de sus compañeros de equipo mientras abraza a Robinson: “Tal vez mañana todos usaremos la número 42”.