Pedro

Homenaje de Julián Capera al entrenador Sarmiento, fallecido en Medellín.

Jenny Gámez
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01 de noviembre 2024 , 01:59 p. m.

Ojos cerrados, pero apuntando al cielo. Como quien busca algo –o alguien- más allá de lo que sus sentidos pueden percibir. Casi sumergido en un mar de abrazos y euforia, Juan Fernando Quintero aprieta dientes y saca la cabeza para desenfundar un grito que es una oda con la que ofrece su gol a quien físicamente ya no está, pero sigue existiendo. Casi al mismo tiempo, en Medellín, el Atanasio Girardot –en la previa del clásico paisa- enmudece para rendir honores a la memoria de aquel que acaba de irse de este plano terrenal, pero que habita aún con su legado en aquellas viejas graderías donde se enarbola un trapo que reza: “Ídolo de nuestros viejos, leyenda nuestra”.

No es coincidencia. El fútbol se las arregló para que justo la noche después de la muerte de Pedro Sarmiento -cuando los rostros de la familia futbolera todavía están húmedos por las lágrimas que lo lloran-, aquellos a quien más amó pudieran decirle adiós con toda la solemnidad necesaria.

Hace catorce años, cuando Juanfer Quintero todavía no era el referente futbolístico que todo el país reconoce y respeta, Pedro Sarmiento lo puso en el radar del fútbol colombiano. Si bien el volante debutó un año antes de la llegada del entrenador antioqueño, fue él quien lo arropó y le dio auténtico protagonismo con el primer equipo. Lo terminó de formar y lo cuidaba como un hijo. Tanto que, a pesar de la diferencia que Quintero hacía a sus diecisiete años en campo, había algunos partidos donde decidía no alinearlo porque sabía de la rudeza física con que se disputaban. El partido de vuelta de la promoción de 2010, ante Deportivo Pasto, era uno de ellos. Sin embargo, ante el reclamo de la tribuna por la ausencia del crack, el profe terminó cediendo y lo mandó al campo. Un rato después, Germán Mera le fracturó la tibia y lo sacó casi un semestre de las canchas. Aunque Envigado mantuvo la categoría, Sarmiento salió enojadísimo y frustrado por la lesión de su pupilo.

Antes de esa versión paternal, Sarmiento fue también un futbolista recio que logró ganarse el respeto de varios de los equipos más importantes del país. Debutó en Atlético Nacional, de la mano de Osvaldo Juan Zubeldía quien apostó por la cantera del equipo antiqueño y conformó su famoso ‘kinder’ con jugadores como Hernán Darío Herrera, Víctor Luna, Norberto Peluffo, y Gabriel Jaime Gómez. Sarmiento allí levantó los títulos de 1976 y 1981, y recibió sus primeros llamados a Selección Colombia.

Después vistió por casi siete años la camiseta de otro gigante, América de Cali. Conquistó los títulos de 1985 y 1986, y disputó tres finales de Copa Libertadores.

Ya como entrenador bordó estrellas también en los escudos de Independiente Medellín (en 2004, nada menos que ante Atlético Nacional) y Deportivo Cali (2005).

Se ha ido un hombre que genuinamente entregó su vida al fútbol (jugador, entrenador, asistente, asesor, analista y comentarista); y por eso la pelota lo despidió anoche con la notoriedad que su historia obliga. Con el grito eufórico de uno de sus ‘hijos’, con el silencio monumental del estadio que más amó. Pedro se fue, pero sigue estando.

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