De nuevo un penal es el karma de Carlos Bacca. En el partido Junior-LDUQ el gran atacante ex Sevilla y Milan entre otros, había tenido una pena máxima a su favor en el duelo y la pudo convertir con cierto suspenso por el esfuerzo del arquero Domínguez, largo y hábil en esta fase del juego que es encarar a los atacantes desde el punto penal.
Ya, cuando el juego entraba en la zona crepuscular, un nuevo penal era pitado para el club barranquillero. Bacca esta vez no lo disparó: la responsabilidad quedó en manos de “Cariaco” González que, tal vez azarado por el gigante portero rival, quiso esquinar tanto el tiro para evitar esos remos convertidos en brazos de Domínguez para poderlo vencer. La ajustó tantísimo que el balón rebotó en la base del vertical y Junior perdió la oportunidad de ganar su primer juego en casa de la actual Libertadores.
Luego, los interrogantes y las preguntas del porqué de Bacca en no alinearse ante ese reto. Arturo Reyes, su DT, comentó en la rueda de prensa que la decisión fue de los jugadores en el campo y estaba bien. Y claro, Carlos de nuevo quedó en medio de las discusiones futboleras que lo han juzgado con extrema crudeza por cuenta de aquella pena máxima que le atajó Jordan Pickford en el estadio del Spartak, durante la serie de tiros desde el punto penal ante Inglaterra, en el marco de los octavos de final de la Copa del Mundo en Rusia 2018.
Y aquí el debate: ¿Está bien, siendo el capitán, referente goleador y toreado en las mejores plazas de Europa, ceder un penal a un compañero que llevaba cerca de 10 minutos en la cancha? ¿El momento límite superó al futbolista? ¿No debe aparecer la casta ahí?
Larga y relativa la discusión. ¿Debe ser juzgado un futbolista que, de repente, perdió la seguridad del disparo en ese instante y por el bien de los intereses de su equipo, prefiere delegar la responsabilidad? ¿No es una sabia decisión la de permitir que un compañero que se sienta mejor en ese instante acceda a la posibilidad de patearlo?
La terquedad a veces es mala amiga: en la Copa América 99 Martín Palermo desperdició tres penales frente a Colombia. Uno dio en el travesaño, el otro se fue lejos y el último lo detuvo Miguel Calero. Marcelo Bielsa, DT de Argentina en esos tiempos quiso cambiar al cobrador del segundo penal. Ya, para él, Palermo no tenía la sintonía necesaria y pidió que lo pateara Roberto Ayala. El final lo conocemos. Por cuenta de ese acto Palermo fue el hazmerreír del mundo entero y fuera de eso, tras ese torneo, no volvió a ser llamado a la selección durante 10 años. Pecó por ser en extremo valiente y no pensar en su propia supervivencia -futbolísticamente hablando, claro-.
Alguna vez el Bucaramanga entró en una espantosa racha de penales desperdiciados y además peleaba por no descender y le dieron, en medio de ese camino, una pena máxima. Ninguno fue capaz de patear hasta que Bélmer Aguilar fue y dijo: “Yo no pateo bien, pero si no soy yo ¿quién?”. Lo desperdició -pegó en el palo- pero los hinchas aplaudieron al zaguero por su arrojo y porque fue el único que quiso dar un paso al frente. Maradona en Boca, pateador de penales por excelencia, marró cinco de manera consecutiva. Mayer Candelo en el 2011 falló uno frente a Junior en una definición y desde ese día dijo que no volvería a visitar el punto blanco y cumplió con su promesa. Bebeto con La Coruña se hizo famoso y el que asumió el reto fue Djukic…
Si Bacca no se sentía seguro, hizo bien en dejar que otro compañero pateara. Y no está mal, en ese caso sentir inseguridad o miedo si sabe que de golpe, por un rapto de tozudez, puede perjudicar a 10 compañeros y su cuerpo técnico. Lo que nadie tenía en las cuentas es que “Cariaco” lo fallara…
Y en beneficio de los que alguna vez dilapidaron un penal clave, solo los fallan los que se atreven. Como Bélmer o Djukic.