Última semana de enero. El año escolar ya inició, pero yo soy un estudiante de quinto de primaria que está muy lejos de su salón de clases. Mientras mis compañeros de colegio seguramente atienden un dictado de la profesora de Español, yo estoy desayunando al lado de tres tipos que habrían de convertirse en ídolos del país.
El año es 2005 y el lugar un hotel campestre con termales a quince minutos de Manizales donde concentra la Selección Colombia Sub-20 para el Sudamericano de la categoría. La familia de mi mejor amigo por entonces decidió viajar a ver el equipo juvenil que emocionaba al país y hospedarse en el lugar donde ellos lo hacían. Les caímos bien y, con la venia del entrenador Eduardo Lara, nos permitieron estar con ellos en el comedor, la sala de juegos y la piscina.
Todo el mundo quiere foto con Hugo Rodallega, el goleador de trenzas del Deportes Quindio que ya es pretendido por los equipos más importantes del país. En esa mesa, la de los delanteros, lo acompañan Dayro Moreno (jugador del Once Caldas) y un tal Radamel Falcao García, canterano de River Plate.
Casi dos décadas pasaron desde aquella mañana y la pelota se encargó de poner océanos de distancia entre sus caminos. Talento y disciplina, en distintas dosis, le dieron a cada uno su lugar. Falcao, más alto que todos los demás, se convirtió en el goleador histórico de la Selección Colombia, conquistó Europa y llegó a ser considerado el mejor centrodelantero del mundo; Rodallega logró manetenerse dieciséis años consecutivos en el exterior (siete de ellos en Inglaterra); y Dayro Moreno es hoy el máximo anotador del Fútbol Profesional Colombiano.
Otoño es el nombre de aquel hotel de termales donde los conocí. Otoño es también esa estación que marca el fin de un ciclo y donde solo algunos logran hallar belleza en el caer de las hojas. Es el tiempo que permite volver a juntar en la misma mesa, la de la liga colombiana, a estos tres. Sin la velocidad feroz de entonces, pero con la sabiduría de aquellos que soportaron muchos inviernos, conquistaron infinitos veranos y son capaces de, con sus goles, seguir pintando primaveras.