La imagen del pobre Ramiro Sánchez saliendo alocadamente pero sin convicción ante un mano a mano que requería otro proceder -lo hablamos desde la facilidad del que está en la tribuna y no en la cancha- determinó de alguna forma esos dos estados de Millonarios a lo largo de este tiempo: es un equipo que juega a velocidades astronómicas pero que no está seguro de lo que está haciendo. Y ese mano a mano infructuoso dio el resultado esperado: un gol en contra al minuto 90 que sentenció la suerte de Millonarios frente a Equidad.
Porque es más un mal colectivo que individual, a pesar de que algunos jugadores han aportado sin quererlo al bajísimo momento por cuenta de su propia merma en el rendimiento. Porque hoy se extraña a los que no están como De Los Santos -el autor de un gol que definió el título en diciembre pasado- a Jhon Duque -el motorcito y el equilibrio en el medio- pero hay que decir que con ellos en el campo también se ha perdido y de qué manera: basta recordar aquella noche oscura en Barrancabermeja frente a Alianza Petrolera para descartar la dependencia de un par de jugadores hacia un esquema escogido.
Es como si la memoria se hubiera perdido y los recuerdos compactos de un conjunto que contaba con menos talento se esfumaran en la inmensidad. La versión de este Millonarios está más cercana a la que perdió el año pasado frente a Nacional 3-2 después de ir ganando 2-1 -y que fue el punto de partida para un título- que aquella en la que se apoyó el cuerpo técnico para dar la vuelta olímpica con aquel inolvidable golazo de Henry Rojas frente a Santa Fe.
Tan se siente extraviado el rumbo que en la salida antes del duelo frente a Equidad estuvo a punto de sentenciarse todo después de la derrota-victoria frente a Once Caldas. Fue victoria porque el 1-0 en contra ha podido ser seguramente el resultado más generoso a favor del alicaído azul, pero es derrota por el marcador adverso -toda una obviedad- pero más por la actitud en la cancha de despiste y de disparate de la cual el único que no se contagió fue Faríñez.
Yo, personalmente, sigo creyendo en Miguel Ángel Russo. Su crédito todavía le da para soportar estos avatares: no olvidar que ganó campeonato local venciendo a Santa Fe y Superliga frente a Nacional en Medellín lo que no es poco. Pero hasta el crédito más generoso tiende a agotarse.
Hay que hacer de nuevo ahorros. Hay que reforzar posiciones (en especial la de centrales porque ante el bajo momento de Cadavid y la ausencia de De Los Santos, (Rivas y Figueroa no han sido mensajeros de garantía) y barajar las cartas de nuevo. Russo es capaz de retomar el rumbo que tantas alegrías le dio a la hinchada.
Por Nicolás Samper C