Mshereib

Opinión de Nicolás Samper desde Doha sobre el Mundial de Catar.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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24 de noviembre 2022 , 04:29 a. m.

En árabe, esta palabra significa “Lugar para tomar agua”. Y con las temperaturas que se presentan en Doha a diario, sobre todo en horas de la mañana, uno está en esa permanente búsqueda del Mshereib. Los primeros días de excursión a través de este país que está interconectado con todo -hay una muy buena red de transporte que produce bastante envidia- la brisa fue el maravilloso acompañante en las jornadas en las que el calor tenía ganar de ponernos un reto extra.

Sin embargo, en los últimos días y más allá de que en este lado del mundo ya estamos inmersos en un invierno que para nosotros no es tal, el apacible viento que se esparce a través del aire con las partículas de arena que les dan a los automóviles estacionados en los parqueaderos un aura de abandono por cuenta de esa película de tierra que al acumularse por fin se hace visible, parece haber dicho adiós. Los soplidos que refrescaban ahora están ausentes y sencillamente la quietud del calor nos hace pensar en que, mientras transitamos las calles, somos Mario Bros 3 en medio del desierto con el sol persiguiéndonos para hacernos perder vidas.

Y mientras el sol se ríe de nosotros, los acostumbrados a las lluvias permanentes y al escozor que produce en los huesos el helaje de las noches capitalinas, se ingresa a Msheireb, seguramente la estación más importante con la que cuenta el metro de Doha. Allí el intercambio de culturas se ve en las horas pico de Mundial, pero eso sí, siempre -por lo menos en lo que me ha tocado vivir- en medio de las líneas invisibles que existen a la hora de refrendar respetos: mucha gente se agolpó en este sector que sirve de intercambio para entrar a otras líneas del metro y confluyen en sus escaleras casi todos los países que están disputando el torneo, con la obviedad de que hay horas pico, que son las que apuntan a los momentos de transporte de tantos faáticos que, rumbo al estadio, buscan llegar a tiempo a su destino.

Como ocurrió en el Dinamarca-Túnez que terminó 0-0. Una marea gigantesca de fanáticos tunecinos invadió las calles de Doha en sus automóviles y claro, ocupando el medio de transporte casi que hasta colapsarlo. Y allí, al buscar una silla entre tatas “Águilas de Cartago” se dio esos cuadros que resultan divertidos para el que los mira desde fuera e intimidantes para el que los vive. Eran perfectamente 100 hinchas de Túnez que, con cornetas y gritos llenaban los espacios del subterráneo, confiados en que Slimane les iba a dar los tres puntos en el debut. Y ahí, rodeados por accidente, cuatro daneses: madre, padre y los dos hijos que, silenciosos, miraban como quien no quería, cómo todo su contorno estaba rodeado de tunecinos. Al final hubo saludos muy respetuosos y deseo deportivo de ambas partes para que se diera un juego leal.

Msheireb es el corazón de la movilidad en Doha. Es en ese lugar para tomar agua que los hinchas paran por un segundo para mirar el mapa y apuntar al recorrido de su propio destino, confiando que el de sus seleccionados sea igual de seguro.

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