La tarde de Thill y Athanasiadis

Opinión de Nicolás Samper sobre la actualidad de la Champions League.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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28 de septiembre 2021 , 05:00 p. m.

Un millón de euros fue capaz de hacer arrodillar al Bernabéu. Un millón, ni un peso más, ni uno menos, o al menos eso es lo que dice Transfermarkt a la hora de mirar el valor de cotización en el mercado de Sebastien Thill, volante, y de Georgios Athanasiadis, dos de los valores más destacados del humildísimo Sheriff Tiraspol, encargado de crear una bella historia futbolística con todos los tintes épicos que un club chico necesita para crear una página entre las grandes hazañas del fútbol.

Vamos un poco más a las cifras, esas que tanto adoran los presidentes de los equipos que a partir de los golpes de billetera taladran el mercado: el Sheriff Tiraspol, en cotización absoluta, apenas tiene un costo de 12 millones de euros y unas monedas, unas de esas que les sobran a grandes como el Real Madrid que, por cuenta de su capacidad económica, difícilmente ofrecería 12 millones de euros para llevar un fichaje a Madrid. Es que, y citando a Transfermarkt como fuente, también aterran las diferencias: la costosa nómina del Real Madrid alcanza un valor cercano a los 794 millones de euros.

Ahí es donde el fútbol, alejado del ruido de las máquinas registradoras que parece ser el espíritu en el que este deporte pone sus andamios en estos días y más cercano a mística con la que fue creado les da un bofetón a esos genios que piensan que lo mejor es convertir el fútbol en un club social en el que solamente los que cargan hidalgo abolengo y billetera cuantiosa, merecen jugar entre ellos. En esa idea global con olor a billetes, que es un tsunami que se nos ha venido encima, no van a caber nunca Thill y Athanasiadis.

Las Superligas europeas –en donde además tampoco es necesario ser un grande de Europa, porque los archimillonarios sin pedigree caben bien, como son Manchester City y Paris Saint Germain- están destinadas a fulminar de un pisotón las verdaderas historias y convertir el fútbol en un inmarcesible bodrio de vitrina. Vitrina linda, de acuerdo, pero al fin y al cabo, vitrina. Poco de deporte, más de showbiz.

Y entonces, en medio de esos debates en los que la ética y la moral parecen estar rezagadas aparece un tipo llamado Sebastien Thill. En el minuto 89 del juego aprovechó que ninguno de los blancos poderosos cubría su posición tras un rebote producto de un saque de banda y, aprovechando un leve pique de la pelota, metió el fierrazo al ángulo, imposible para Courtois. Luxemburgués de nacimiento, Thill ha vivido bajo la fama de sus hermanos Olivier y Vincent, también futbolistas y seleccionados de su país. Ya cuenta con un relato propio a la hora de sentarse a la mesa casera. Ya no va a tener que escuchar a sus hermanos.

Athanasiadis, griego de nacimiento, fue el dique en el que el Real Madrid descargó todas sus frustraciones a pu8nta de balonazos. En todos respondió y atajó cada vez que el balón surcaba su guarida de 7,32 x 2,44. Incluso cuando los esféricos de los blancos se iban por encima, también se lanzaba, casi que en un acto de reencuentro infantil por esos tiempos en los que el fútbol era más trabajo que diversión.

Por ellos dos y por el Sheriff, vale la pena ver que la mística del fútbol no se quiere extinguir.

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