Debe ser el peor Once Caldas que visitó Bogotá en los últimos 30 años. Pero que no quede la menor duda sobre ese hecho. Incluso, queriendo ser generoso con un grupo de profesionales que hoy están atravesando el momento más oscuro de su historia, el 4-1 que les aplicó Equidad fue benévolo, porque si los de Alexis García hubieran estado mucho más acertados en la finalización de varios contragolpes creados en el segundo tiempo, la cifra de goles en contra hubiera sido escandalosa.
Lo peor es que no se ve una probable opción de recuperación, por lo menos en lo futbolístico. No se puede decir lo mismo del escenario contrario porque siempre en la vida se va a poder empeorar y de acuerdo a lo que muestra en campo el Once, la incertidumbre es conocer si es capaz de jugar peor de lo que hizo en Bogotá y de acuerdo a lo evidenciado, pareciera bastante posible.
Decisiones extrañas, como por ejemplo llevar al banquillo a Pedro Sarmiento y Hernán Darío Herrera cuando el equipo encontró un atisbo de reacción en Elkin Soto, que asumiendo en el barco incendiándose y tratando de echar agua sobre las llamas que dejó el anterior DT Diego Corredor, pudo lograr lo que parecía imposible: ganó dos partidos y ante adversarios que resultaban difícilísimos: Millonarios, que visitó Palogrande con una nómina suplente, pero que no dejaba de ser un escollo complejo y Bucaramanga, que para el momento en el que se dio el partido venía conectado. Nadie entiende cómo y por qué a Soto lo guardaron de nuevo en el cajón de los recuerdos para llevar a Sarmiento, al que los resultados recientes no lo favorecen de a mucho, primero como asistente de Atlético Nacional y antes, como timonel del Unión Magdalena, con el que realizó una campaña flojísima que determinó en su momento gran parte del descenso de los samarios en el 2019. Es que Sarmiento apenas pudo sacar 8 puntos de 33 que disputó.
Y desde que asumió en el Once Caldas, Sarmiento no ha podido ganar. Justo viene a caer en semejante situación calamitosa pensando que el próximo año la institución cumplirá 20 años de lo que fue su mayor hazaña: ganar la Copa Libertadores 2004 ante Boca Juniors. Pero qué lejos se está institucional y deportivamente de aquellos años. El mismísimo Luis Fernando Montoya, entrenador artífice de aquel milagro contó en ESPN que los dirigentes actuales no se han comportado a la altura y que no sabe si la deuda que el equipo aún tiene con él, la puedan cobrar por lo menos los hijos de sus hijos. Una vergüenza semejante destrato que no tiene excusa, porque si en algo sacó pecho el maltrecho blanco fue que sus cifras contables para el 2022 mostró utilidades por más de 26 mil millones de pesos. ¿No les alcanza con el dinero ingresado por Sinisterra o Carbonero para saldar una deuda impagable desde lo moral con Montoya? Pero claro, cuando alguien les preguntó eso a los directivos contaron que lo adeudado al DT se terminará pagando en el año 2042 y que si alguien reclamaba por el entrenador, que le adquirieran la deuda a Montoya y listo, de acuerdo al informe de Osvaldo Hernández escrito para el diario La Patria en el que cuenta lo ocurrido durante la asamblea del club el pasado 4 de marzo.
Vergonzoso por donde se le mire el flaco destino que hoy atraviesa una institución que hace 19 años vio cómo la grandeza tocó a su puerta, pero que la ha dejado ir en los 18 años siguientes en medio de la indolencia.