La dignidad del bombero

Homenaje a Osvaldo “Chiche” Sosa, ex futbolista y entrenador argentino.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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07 de julio 2020 , 10:19 a. m.

Murió Osvaldo “Chiche” Sosa, un nombre que de pronto poco dice por estas tierras. Había sufrido un accidente cerebro vascular hacía siete años que lo recluyó en pésimas condiciones de salud y durante toda su carrera dirigió un mundo de equipos: Independiente, Huracán, Racing Club, Mandiyú de Corrientes, Almagro, Tigre, Colón, Deportivo Armenio, Talleres de Córdoba, Chacarita, Lanús y Quilmes. Lo curioso es que estos clubes marcaban su número únicamente cuando el fuego estaba cerca a su puerta.


“Chiche” Sosa siempre ofició de eso: de efectivo bombero.

Y qué posición esa ¿no? Habrá Guardiolas y Klopps, Mourinhos y Ancelottis, Bilardos y Menottis, pero hay que ser bombero para demostrar de qué está hecho el cuero. Son tipos locos en el buen sentido, porque cuando los ubican para precisar de ellos el discurso que viene del otro lado de la línea haría que cualquier ser humano cuelgue el teléfono y bloquee el número:

“Hola, te llamo porque estamos en una situación muy jodida: debemos tres meses de sueldo, el capitán y el 9 se agarraron a trompadas y no se hablan, nos embargaron la sede deportiva, llevamos nueve partidos sin ganar y estamos a tres puntos del descenso y la barra brava fue a apretar a todo el plantel. ¿Quieres venir?”

Y van. No solamente porque haya que trabajar; también porque hay que comer, así no paguen sueldos desde hace tres meses. También firman porque les gusta vivir esa acidez estomacal que implica cierto riesgo, con la presión de meterse en medio de la selva a rescatar unos rehenes del resultado que están a punto de irse al infierno. Y pasa muchas veces que los tipos consiguen el propósito: nadie sabe cómo pero ese club que estaba envuelto en olores mortecinos de golpe resurge, gana siete partidos de manera consecutiva y se salva de todo. Y es ahí el instante en el que ya ellos no son tan indispensables porque de las aguas mansas se encargan otros distintos.

El bombero nunca saldrá en una foto al lado del presidente del club sosteniendo la camiseta del equipo con el que firma. Con él pareciera que arreglaran contrato en medio de un oscuro taller de mecánica, encerrados en el habitáculo de un automóvil. De refuerzos ni se diga: si acaso los únicos que le consiguen son los de las vacunas contra la triple viral. Jamás posan de elegantes o sabihondos porque ellos viven como la mayoría: al día. No los llaman las editoriales para escribir libros ¡y qué error! No hay títulos en las librerías como “El método Cachaco Rodríguez” o “Caruso Lombardi, el transformador”. Y a ellos sí que habría que preguntarles cosas porque la vida real, la que nos tiene a todos inmersos, es muy parecida a la del entrenador bombero porque todo se trata de una lucha por sobrevivir a todo y todos y tratar de no perder toda la piel en el alambrado.

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