Hienas

Opinión de Nicolás Samper sobre la presión de los hinchas sobre algunos futbolistas.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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07 de junio 2018 , 09:22 p. m.

Cada día la gente parece un poco más intolerante que siempre. No sé si es una impresión o si en realidad toda la vida las emociones humanas se dictaron por ese germen tan antipático de convertir un hecho inicial en caso juzgado en el que hay escogencia de verdugo, sentencia inapelable, guillotina afilada y apaleo general de almas que piden sangre a borbotones de los demás para poder saciar su propia mediocridad. Sus propias frustraciones.

Hubo dos ejemplos hermosos, de esos que cierran bocas al unísono. Que callan los hocicos -porque en sus expresiones son animales, haciendo la salvedad de que al reino animal se le está perjudicando al relacionársele con la demencia del humano- de esas hienas expertas en el prejuicio y en la indignación.

Primero fue Raheem Sterling. Alguien se dio cuenta de que en su pierna tenía un tatuaje peculiar: era un arma de asalto, un fusil. Y empezó el griterío del corral de gallinas enardecido a decir que era el colmo que desde el deporte, que las armas ya bastantes problemas y muertes han traído al universo como para que este muchachito se ufanara de esa costra en su piel, que debía ser desafectado de inmediato de la selección nacional de su país y bueno… ¡si era posible el destierro, mejor! A Sterling le tocó salir a explicar -con la mamera que todo eso trae consigo- que el tatuaje se lo había hecho en homenaje a su padre, muerto por un arma similar, porque Raheem solo sabía hacer disparos al arco. Y todos callados, sin saber que hacer con sus propios tormentos. Les pasó como el oficinista cansón que empieza a montársela a un compañero porque ese día se fue de corbata y el compañero le responde que está vestido así porque acaba de regresar del entierro del papá.

Después el turno le tocó a Loris Karius, el joven arquero del Liverpool. Imposible recordar un peor partido en la historia de Karius, el alemán que supo librarse sus propias batallas con el Mainz y que no ha conseguido hacer olvidar en la portería al gran mito de Anfield, Bruce Grobelaar. Benzemá y Bale lo mandaron a vivir su propia estadía en el Averno por cuenta de dos fallos clamorosos e inexplicables. Más allá del perdón que el portero pidió, estaban los de siempre, el corito jarto listo para amenazar y hacer doler el alma. Pues el hospital de Massachusets reveló que Karius atajó 40 minutos con una fuerte conmoción cerebral por cuenta de un codazo de Ramos, tiempo en el que recibió los insólitos goles.

¿Y ahora? ¿Dónde están las hienas?

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