Cambios

El doble fracaso de Millonarios en el primer semestre del 2024, exige decisiones contundentes.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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29 de mayo 2024 , 02:43 a. m.

Salvo Llinás, alguito de Macallister Silva, Leo Castro -el futbolista más importante de la nómina por determinación y rendimiento antes de su lesión de hombro- y unas pocas pizcas de talento de Ruiz, lo de Millonarios no deja de ser lamentable, tanto en el torneo local como en la Copa Libertadores, lugar en el que sí que se vieron todas las grietas y las costuras descosidas que le dejó a los azules ver cómo sus propios botones no fueron lo suficientemente grandes como para ocupar el ojal de un campeonato que cada vez se ve más lejos.

Y volvemos al cuento tan manido como cierto del error grave cometido por el binomio dirigencia-cuerpo técnico relacionado con la preparación previa para afrontar una competencia que merece seriedad y este último detalle fue el que se hizo escaso: el de asumir con mayor responsabilidad y más aplomo un deber categórico como el de jugar el campeonato que reúne a los mejores de América. Pero no es la única situación en la que se ha fallado, porque oportunidades hubo antes: por ejemplo contra Fluminense, primero y luego frente a Mineiro se cometieron rotundos yerros que ya hacían pensar en la idea de una mejor manera de armar el croquis.

Pero, y ahí está un poco la decepción, fue sentir que aunque todo se podía hacer, se decidió mejor no hacer nada. Tanta abulia a la hora de establecer un camino fue llamativa y al final, ya con los resultados como el juez más implacable, demostraron aquella teoría de que las labores hechas sin preparación son la autopista más cercana para llegar con prontitud a nuestros propios desastres, con el dolor además de darse cuenta que el tiempo, uno de los obsequios más valiosos que puede tener alguien para establecer una buena idea, estuvo ahí, pero se dilapidó por completo. Y el tiempo nunca se recupera, o no se han inventado todavía la manera de hacerlo.

Es que, y más allá de cualquier seña de romanticismo, el objetivo del fútbol profesional es ganar y si no es posible hacerlo, por lo menos trazar la ruta para que, con un estilo futbolístico definido y una férrea convicción que une la triada Dirigencia-DT-jugadores, un equipo, si es que no se puede coronar campeón, busque por sus propios medios estar cerca de esa meta. Millonarios, o al menos esa fue la impresión, cada vez está haciendo más méritos para alejarse de ese objetivo.

Sin refuerzos y con unos pocos que nada sumaron (difícil decidir quién estuvo más desacertado en la banda: si Alfonzo (que además se hizo expulsar estúpidamente en La Paz) o Banguero, con Giordana pensando más en la enfermería que en el arco contrario) con jugadores reventados ante el poco recambio, y con niveles individuales en el subsuelo como Vargas -poco autocrítico, a pesar de tener serio compromiso en varios goles que recibió su defensa en los encuentros de Libertadores-, Giraldo, Montero, Pereira y Rivaldo, y con un técnico que perdió hace rato los papeles (el planteamiento contra Flamengo fue un manual de cómo NO se deben hacer las cosas, ni hablar ante Palestino que decidió refugiarse atrás, con pavor) el porvenir no pintó nunca bien.

Que nunca se olvide en el club esta triste participación en la Copa Libertadores, porque solamente recordando los momentos amargos, aparecerá una luz para cambiarlos. Si se sigue cayendo en la escasa y benevolente autocrítica de aquellos que hacen parte de este proyecto, no va a pasar absolutamente nada. O sí: el perro volverá a caer en la trampa de morderse la cola y nada habrá cambiado.

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