Elemental, mi querido Watts

Homenaje al baterista de Rolling Stones, que era un hincha particular del Tottenham Hotspur.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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24 de agosto 2021 , 04:30 p. m.

Le tocó, en tiempos de gran fama, disfrutar una de las formaciones más recordadas en la historia de su club: entre otros estaban, en el arco, el norirlandés Pat Jennings, uno de los más gigantescos y espectaculares arqueros que tuvo el campeonato inglés a lo largo del tiempo; Martin Chivers, ícono del ataque que en 278 encuentros con el equipo hizo 118 goles, al lado de otro legendario: Martin Peters, campeón con Inglaterra en el Mundial 1966 y uno de los ideólogos más importantes del Tottenham Hotspur.

Y cuando había posibilidad, Charlie Watts, seguramente el rockstar más tranquilo de la historia, una especie de maestro Zen de la batería y que se encumbró con los Rolling Stones mucho más alto de aquellos futbolistas que tanto admiró, iba sin mucho ruido hasta White Hart Lane para hacerle fuerza al club de sus amores. Le gastaba tiempo a las cosas que le importaban: el rock, por supuesto, pero el fútbol también tenía su momento.

Por eso, Watts, los Stones y Tottenham encontraron entre 1971 y 1972 un momento cumbre en sus propias vidas: por un lado, Tottenham se lanzó a las aguas de la entonces llamada Copa UEFA y su recorrido lo llevó primero a la lejana Islandia, lugar en el que puso los puntos contra el modestísimo IBK al que deshilacharon con un 15-1 en el acumulado de los dos encuentros disputados en la llave. Con Nantes el asunto fue mucho más apretado: 0-0 y 0-1 que los catapultó a disputar su paso a cuartos de final contra el Rapid Bucarest y no hubo líos: 3-0 y 2-0. Jennings apenas había recibido un gol en el torneo, más allá de que los adversarios no fueron inicialmente los más competitivos. Rumania volvió a aparecer en el mapa y el Arad los recibió. Allí consiguieron su pasaporte a semifinales donde la cosa no sería sencilla. El Milan sería su rival.

Watts, paralelamente al avance del Tottenham, iba de gira en gira, famoso entre famosos, compartiendo mesa con Jagger, Richards y Wyman: ya los Stones eran una de las piedras angulares del rock: discos como Beggar´s Banquet y Let It Bleed los tenían en el cénit y en un duro clásico rockero con los Beatles para decidir quién era el mejor, pero en el año 71 se fajan un disco como pocos: Sticky Fingers (hay que oír canciones como "Can´t you hear me knocking" para entender la dimensión de lo que hicieron). Vendieron cinco millones de copias y no solamente eso: con la ayuda de Andy Warhol lograron una polémica portada para esos tiempos (un tipo en jeans que mostraba su pelvis) y de esos tiempos también es la lengua, logo que los inmortalizó. Ese trasegar entre el 71 y el 72 es clave para la consolidación de los Rolling Stones, y para el Tottenham también.

Vencieron al Milan en un acumulado 3-2 en la serie de dos partidos y la final los enfrentó con otro club con amplio vínculo con el rock: el Wolverhampton Wanderers, equipo por el que profesa profunda pasión aún hasta hoy Robert Plant, vocalista de Led Zeppelin.

Y los Spurs se impusieron 3-2 en la final, que era de ida y vuelta (1-2 y 1-1). Los de White Hart Lane vivieron por primera vez esa posibilidad de estar ubicados en un lugar escogido solo para aquellos que quieren alcanzar la inmortalidad: Watts, que hoy murió a los 80 años de edad y que hace mucho colgaba ese cartel de inmortal, celebró con discreción, como era su estilo, el título internacional del Tottenham y las 36 semanas con las que Sticky Fingers encabezó la lista de discos más vendidos en el Reino Unido.

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