El futbolista invisible

Columna de opinión de Esteban Jaramillo Osorio.

Esteban Jaramillo Osorio

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16 de abril 2018 , 01:02 p. m.

¿Eres futbolista? Este escrito es para ti.

La vida exitosa del futbolista no solo se mide desde la fama, el dinero, su exposición pública, o su vínculo laboral con un cotizado club.
Es desde la felicidad interior.

No siempre el jugador que se codea entre famosos, con bellas y cimbreantes mujeres, en hoteles de primera y carros de lujo, con cuerpos atléticos y ropa a la moda una talla menor, tiene el placer al vivir. En este complejo juego no es solo ganar y celebrar.

Hay un futbolista interior que no navega entre gustos mundanos, en boca de todos, con elogios y triunfos, goles y fiestas.

El otro yo del jugador. El que sabe de silencios, de lesiones, de reproches interiores, de horas y horas de gimnasio en su recuperación; de suplencias, de gustos secretos, de miedos, apabullado por la crítica, desconfiado, golpeado por derrotas y por dudas.

El futbolista fuera del estadio. En su soledad. Con sus problemas familiares, los negocios fallidos, engañado por empresarios sin escrúpulos, en tantos casos eludiendo el acoso del retiro que se asoma amenazante. El futbolista en el pantano, sin proyectos laborales, diezmado en su rendimiento, en la rutina de la derrota, o con deudas incumplidas en sus clubes.

Con dolores secretos que no se atreve a comentar, dificultades personales que guarda con celo para no pedir piedad y que no lo dejan dormir.

Cuantos recurren a la noche y al licor por problemas heredados, por desorientación, o porque la presión de los estadios es un amenaza que los quiere destruir.

Otros, elusivos ante micrófonos porque, entre balbuceos, pierden, nerviosos, la capacidad de hablar o razonar.

El futbolista interior. El que el público desconoce. El hombre narcotizado por el aplauso de las tribunas, la veneración del hincha, los mimos del dirigente o protegido por el entrenador, con una vida distinta lejos del balón y del ruido ensordecedor de estadio. Hombre con llantos y con prisas.

Con carcajadas, silbatinas con reproche y ovaciones con veneración. Con ansias y sueños no cumplidos. Hombre de carne y hueso como tu, o como yo.

Como dice el cantante Raphael en popular canción: “Que sabe nadie”…

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