Estuvo mucho tiempo bajo los tres palos de la portería de Temperley. Hay que remontarse a los años ochenta, tiempos en los que el arquero atajaba con las mismas medias y pantaloneta que usaba el equipo profesional, pero que se ponía un buzo distinto, generalmente con pechera gris y líneas negras, color que también compartían las mangas. De esa raza de porteros era Héctor Cassé.
Cuando era un bebé su familia tuvo que ver cómo, por culpa de una otitis, perdió el 80% de la audición. Aún así, superando todos los obstáculos, se convirtió en arquero de primera división con Gimnasia de La Plata y en Temperley, que fue su verdadero lugar en el mundo. Las hinchadas rivales hacían la mímica de que cantaban, sin que hubiera sonido en realidad y Cassé observaba esa realidad con una sonrisa. Eran otros tiempos, sin duda.
Este fin de semana que pasó se vivió una situación similar, pero llena de agresividad: el marco era el clásico Estudiantes-Gimnasia, un partido que siempre resulta caliente y los fanáticos pincharratas no pararon de insultar al arquero rival, Rodrigo Rey. Al final, después de que Rey fuera una de las figuras del encuentro (el duelo terminó empatado a un gol) y el 1 saludó a los fanáticos adversarios -que seguían desgañitándose contra él- y se tocó el pecho. Y justo de ahí surge una historia gigantesca.
Porque cuando se armó la batahola en el campo, -los futbolistas de Estudiantes salieron disparados contra Rey por, supuestamente, provocar a los aficionados- el arquero empezó a apartarse lentamente y a tratar de explicar lo que le generó ese pequeño momento de desahogo. Contó ya finalizado el choque, que sufre desde niño de una alteración en el habla. Según sus propias palabras: “pienso 20 cosas y después, cuando las quiero decir, como que me trabo”.
Nada fácil, sin embargo, es una condición que lo va a acompañar siempre, o al menos ya lo asumió de esa manera, tomándole la mano a esa circunstancia y tratando de caminar juntos, igual que Cassé. Y Rey ataja muy bien: en Godoy Cruz tuvo actuaciones destacadísimas, igual que en su actual club, pero también comprendió que nadie tiene derecho a meterse con sus propios inconvenientes, así sean 50 mil.
El mensaje no es menor: hay límites y Rey dejó en sus palabras que los va a hacer respetar. Difícil encontrar un discurso más poderoso en un fútbol que confunde muchas veces el folklore con la humillación.