La idea de juego aún parece extraviada y los tiempos usualmente conspiran contra la solidificación de un estilo, más aún si es que además se está disputando una clasificación que marca el derrotero de lo que podría ser el futuro del fútbol mismo en nuestro entorno. Se entiende que cuando una selección se queda por fuera de la disputa de una Copa del Mundo, se desaparece del mapa, sin atenuantes: los húngaros les tocó vivir ese drama, los búlgaros hoy están lejos de lo que alguna vez quisieron ser… Ese es el costoso precio que se paga cuando el afán y las angustias se unen en torno a un objetivo.
En esas anda la selección Colombia, pero el consuelo es que no somos los únicos envueltos en ese huracán: Uruguay no parece tan sólido aunque en su favor es que los resultados se le dan más fácil; Paraguay parece refundido en conceptos y en maneras; Bolivia parece no contar con las herramientas suficientes que le permitan escalar un poco más alto y su desorden táctico le ha traído profundas decepciones; Chile viene de cambio de entrenador y con una generación brillante que ya parece tener años encima y muchas batallas sobre el lomo que hacen que el peso sea mayor; Perú, que nada contra la corriente que le marcó su inicio tan lánguido; Venezuela, que no quiere seguir siendo cenicienta pero que sigue con ese estigma. Y Colombia hace parte de ese nutrido grupo de quienes están buscando su propia identidad, con altas y bajas.
Entonces habrá que sufrir pero con la conciencia de que aún las cuentas colombianas todavía cuadran perfectamente, producto de las escasas diferencias entre todos. El margen de error, que es lo lamentable, se hace más corto al haber perdido dos buenas opciones de sacar algo más de diferencia en los duelos contra bolivianos y paraguayos donde, en el balance general, el equipo de Rueda fue superior -no un montón pero sí fue un poquito más-. Chile, a la que no se le gana en casa desde el 2001, es el siguiente paso. Y este siguiente escalón servirá para seguir corrigiendo errores sobre la marcha, errores que no se provocaron directamente en este ciclo, sino que tienen su razón de ser en el fallido proceso Carlos Queiroz. Pero en estos tiempos con Reinaldo, también los yerros han sido varios: de planteamiento, de velocidad en los cambios y de intenciones en la cancha. O se hacen muy tarde o se deja la evidencia -como en Asunción con el ingreso de Cuéllar y Mejía- de que el interés no es ganar, sino sumar. Y esa parece ser la manera de jugar hoy por hoy, si se quiere responder al título de esta columna.
La escalada no se detiene: Uruguay -sitio que a Colombia le cuesta muchísimo porque no vence en Montevideo desde el 73- Brasil en casa -donde tampoco hemos podido ser fuertes históricamente contra ellos- y Ecuador de visita -donde en el camino hacia Rusia vencimos jugando bien- serán los siguientes retenes. Sería más cómodo afrontar esos lugares con más puntos en el bolsillo pero, eso es lo que hay. Y a eso habrá que aferrarse.