22 de junio del 94/86

Opinión de Nicolás Samper sobre una efeméride gloriosa y dolorosa a la vez, por Maradona y Escobar.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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22 de junio 2022 , 12:38 p. m.

Eran tiempos de esperanza, más allá del golpe inicial que un equipo indestructible había recibido por cuenta del cerebral Gheorghe Hagi, la velocidad del rubio Raducioiu y las estrepitosas voladas de Bogdan Stelea, portero que se parecía al Tío Lucas de Los Locos Adams y que le tocaba sufrir en demasía la fragilidad defensiva del Salamanca, su club en España, pero que contó con su tarde más inspirada en el Rose Bowl.

Llegó el 22 de junio de 1994 al calendario y la responsabilidad de querer torcer ese rumbo esquivo que, de inicio, le bajó un poco la espuma a una de las mejores selecciones nacionales que tuvimos y el adversario sí que parecía sencillo. Es que en aquellas giras internacionales que Colombia empezó a hacer desde finales de los años 80, Estados Unidos era un paso obligado. Y siempre se les ganaba: una vez por penales -en donde todo el mundo cobró hasta que Kasey Keller, arquero que después anduvo en España e Inglaterra y que por aquellos años podía ser perfectamente confundido con algún integrante de Motley Crue- otras con equipos B, en ocasiones con toda la titular formada… Siempre se podía vencer a Estados Unidos. Siempre.

Hasta ese 22 porque esa fecha debe ser recordada todos los benditos días de la vida para recordar nuestras propias miserias y tratar de no repetirlas jamás. Porque ese 22 marcó indudablemente el destino de uno de los más grandes jugadores colombianos. Porque ese 22 fue el gol en contra de Andrés Escobar. Y ya sabemos lo que ocurrió antes, durante y después de ese partido. Ese tanto en contra -una cosa que en la cabeza de cualquiera, cuesta imaginar que de verdad pasó- fue la excusa para matar a un ser humano. Al que tuvo esa desgracia involuntaria de anotarlo.

Ocho años atrás, en la misma fecha, Héctor Enrique le cedió la pelota al hombre que ya era monstruo pero que nunca dejó de ser el cebollita caradura y empezó a crearse la leyenda a través de esquivar camisetas inglesas. Y esa tarde en el Azteca, con la camiseta azul que consiguió Carlos Bilardo en una tienda del D.F. (no tenían casaca suplente y en el sorteo debían entrar al campo con la vestimenta visitante) disfrazado de bordadora, Maradona cosió una de las páginas más hermosas en la historia de las Copas del Mundo.

Estas dos historias -épicas y trágicas- gestaron sus propios libros. “Autogol” de Ricardo Silva Romero y “Barrilete cósmico”, un curioso libro, corto, en el que queda impreso todo el relato de Víctor Hugo Morales el día de la consagración de Diego en el techo del fútbol.

El 22 de junio es una fecha capaz de guardar tanta belleza y tanto dolor.

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