El diario El Tiempo hizo el recuento: en total han sido 15 los personajes relacionados con el deporte que han colgado en su pecho esta distinción: desde Lucho Herrera hasta Francisco Maturana, pasando por José Pékerman y Mariana Pajón entre otros, les impusieron esta condecoración que exalta a las grandes personalidades del país y el debate de las últimas horas incluyó a Egan Bernal, que recibiría una orden al mérito, en vez de la famosa cruz, hecho que ya ha ocurrido con otros deportistas como la dupla tenística Cabal-Farah, Caterine Ibargüen o James Rodriguez, cada uno con hechos para destacarse por sí solos: ganar Wimbledon en dobles, ser la atleta del año en el mundo y encaramarse en el top goleador de una Copa del Mundo y ser un futbolista destacado en el exterior.
A última hora hubo un cambio de planes, una que otra controversia alrededor y más de una comparación frente a otros que no obtuvieron lo que Egan sí y que clasificaron para llevarse la Cruz de Boyacá. Al final Bernal, ganador del Tour de Francia, será condecorado con la máxima distinción. Sin tomar en cuenta ninguna filiación política (para ejemplificar y alejarse de polémicas, presidentes tan disímiles como Virgilio Barco, César Gaviria, Andrés Pastrana, Juan Manuel Santos e Iván Duque han dado el consabido honor a deportistas de disciplinas diferentes), los logros del deporte tendrían que ser reconocidos en unanimidad y bajo un mismo baremo si es que la intención resulta ser esa.
Resulta muy difícil pensar en algún protagonista que se niegue a recibir la Cruz de Boyacá o cualquier otra distinción de esas. Tal vez Marlon Brando -yéndonos hacia otro asunto- haciendo memoria muy a vuelo de pájaro es de esos pocos nombres que se asoman en el instante de hacer esa clase de reflexiones: siendo otro el caso y otras las implicaciones, Brando no fue a la ceremonia de premiación del Óscar en 1973, donde fue galardonado por su papel de actor principal en “El Padrino”. El actor declinó la invitación y envió a Sacheen Littlefeather para que reclamara la estatuilla no sin antes lanzar un fuerte discurso en contra de la Academia que lo estaba premiando por cuenta de la estigmatización hecha por ellos a la población indígena de su país a través de sus películas. Y por la masacre de Wounded Knee, de 1890.
Trasladando la discusión a Colombia ¿un deportista podría optar por no recibir un homenaje de este tipo? ¿Podría darse el lujo de decir que no, que no le interesa ser reconocido de esa manera? ¿Se interpretaría tal acción como una grosería y un irrespeto a su nación y a los antecesores del deporte que guardan la Cruz de Boyacá en sus casas? ¿O al contrario su figura crítica se destacaría al desmarcarse de cualquier influjo político tomando una decisión tajante al respecto y más allá de personalizar el acto cómo un hecho contra el gobernante de turno, se podría leer como un serio cuestionamiento al sistema?
Tema complejo. Menos mal que uno carece de mérito alguno para esas cosas porque no debe haber orgullo más grande que estar sentado en el mismo escalón de León De Greiff o Alvaro Mutis, pero al mismo tiempo debe dar mucha rasquiña pensar que también se comparte pupitre con Roberto Gerlein y Ernesto Macías.
Por: Nicolás Samper C.
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