‘Al que le van a dar le guardan’, dice un dicho muy popular de los antioqueños, que se recuerda ahora de cuenta del nuevo campeón de Colombia, Atlético Nacional.
Al que le guardaron fue a Efraín Juárez, quien en su primera experiencia como director técnico en propiedad, se graduó con honores: ganó la Copa Betplay y la Liga II en menos de cinco meses sentado en el banquillo del verde.
Explosivo y ganador
Atlético Nacional sorprendió al apostar por un entrenador novato, a quien trajeron solo por su experiencia de asistente técnico en New York City de Estados Unidos y Standard Lieja y Brujas en Bélgica, para darle la dirección del equipo más ganador del país. La dirección técnica y la presidencia dieron cátedra de selección de personal.
Sin embargo, el proceso no fue muy tranquilo que digamos. Quienes lo conocieron como jugador no se sorprenden por su carácter explosivo, sus ruidosas celebraciones y su estilo directo contra sus críticos, lo cual le generó varios inconvenientes en su llegada al FPC.
Juárez tuvo una primera polémica en el clásico contra Independiente Medellín, en la semifinal de Copa Colombia, cuando su festejo desafiante ante la afición roja provocó invasión e intentos de agresión. La policía interrumpió su conferencia de prensa para imponerle un comparendo por “incitar a la violencia” y la inspectora del Poblado que recibió su caso le impuso un castigo de tres años sin entrar al Atanasio Girardot, caso que sigue en apelación.
Después lo acusaron de provocar a su rival en el duelo de cuadrangulares contra Santa Fe, fue expulsado y sancionado y finalmente logró, con el respaldo de un club que lo apoyó de manera irrestricta, pararse en la raya para celebrar sus dos títulos.
Juárez llegó y se tituló de campeón, echando por el piso la teoría de los procesos y certificando que, con buenos jugadores y una apuesta clara, es suficiente para meterse en la historia de un club. Antes de ser profeta en su tierra ya se hizo un nombre en el exterior. Su historia, en el verde, apenas comienza.
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