Y se fue Juan Carlos Osorio. Sabía él que su situación era frágil y sabía la directiva de Atlético Nacional que hace ya varias semanas se había acabado la paciencia. El divorcio, cuando todo está dicho, no solo es la más sabia decisión: es la única.
Pero su salida, más allá de los justificados motivos del club para interrumpir su segundo proceso como entrenador, deja una sensación que va en contra de aquella filosofía de equipo formador, que potencia juveniles, que cree en sus 'fuerzas básicas'.
Desde que se fuera Reinaldo Rueda, el técnico campeón de Copa Libertadores y subcampeón de Suramericana, la inmediatez ha sido la nueva normalidad en el equipo antioqueño, que ahora tiene empeñado el 2020 a una victoria contra River Plate de Uruguay (1-1 terminó la ida).
Es cierto que seguramente lo hecho hasta ahora le alcanzará para clasificarse en el torneo local, pero es difícil pensar que con el juego mostrado frente a Millonarios le dará para levantar el trofeo en diciembre... Es fútbol, pero el optimismo se ha ido marchitando.
Rueda se fue en el primer semestre de 2017 y desde entonces, en tres años reales, con seis meses de suspensión por la pandemia, casi que hubo un entrenador por semestre: pasaron Juan Manuel Lillo, Jorge Almirón, Hernán Darío Herrera, una 'pasantía' de Alejandro Restrepo de 4 partidos, Paulo Autuori y Juan Carlos Osorio.
El dato curioso es que en los 5 años años previos solo fueron dos DTs: Rueda y el propio Osorio. Claro, los resultados en ambos casos facilitaron el tan añorado 'proceso'.
Pero ¿por qué hubo tan poca paciencia con cada uno de los despedidos? Vale revisar los números en cada caso:
Lillo: 26 partidos dirigidos, 14 victorias, 4 empates y 8 derrotas. 33 goles a favor y 19 en contra. 59 por ciento de rendimiento
Almirón: 43 partidos dirigidos, 23 victorias, 11 empates y 9 derrotas. 49 goles a favor y 25 en contra. 62 por ciento de rendimiento
Herrera: 18 partidos dirigidos, 9 victorias, 5 empates y 4 derrotas. 25 goles a favor y 17 en contra. 59,2 por ciento de rendimiento.
Autuori: 29 partidos dirigidos, 10 victorias, 10 empates y 9 derrotas. 31 goles a favor y 31 en contra. 46 por ciento de rendimiento.
Osorio: 30 partidos dirigidos, 12 victorias, 12 empates y 6 derrotas. 41 goles a favor y 28 goles en contra. 53,3 por ciento de rendimiento.
Resulta que, en términos de resultados, fue Herrera, el de menos 'cartel' de todos, el único que logró un título: el de Copa Colombia en 2018. Pero ese 'roce internacional' del que carecía pesó y, sencillamente, no le creyeron.
Después, quien más duró en el cargo fue Almirón, el que más cerca estuvo de devolver al equipo al sitio al que lo obligan su nómina y su fortaleza económica: fue subcampeón (perdió contra Tolima) y llegó a octavos de final en Copa Libertadores (lo eliminó A. Tucumán).
Y a partir de ahí son, más o menos, 30 partidos en promedio los que tiene todo aquel que quiera llegar a la dirección técnica de Atlético Nacional. Puede ser un mensaje para los candidatos: si no dan resultados pronto, el sueño de la consolidación se vuelve utopía. En Nacional el derecho se gana con fotos de los trofeos, nada más sirve. Hay otros escenarios para dejar legado por la vía del 'proceso', pero este parece no ser el caso.