Creo que fue Alejandro Esteban Barberón el que arrancó por la banda izquierda y el ex Millonarios debió ser uno de los punteros más veloces y picantes en la historia del fútbol. Trató de descoser la fuerte costura que estaba tejiendo la zaga de Racing Club, tanto que entre cuatro futbolistas de Racing le cayeron al extremo como si fueran pirañas listas a devorar carne. Los defensas sintieron de inmediato el olor a sangre y fueron por su presa, vestida de rojo, que cayó al suelo y ahí estuvo la falla: Racing fue a buscar el hombre y en ese afán olvidó la pelota, que salió hacia un costado, hacia el frente de las 18, por cuenta de la velocidad mental del genial Barberón.
Y en esos años de Betamax, de pixeles y de tiros de cámara no tan creativos en las transmisiones de fútbol, el balón le quedó a un hombre que parecía cualquier cosa menos futbolista profesional: la calvicie de la frente y la de la tonsura estaban cada vez más cercanas a juntarse; apenas una escasa barrera capilar las separaba. Sus piernas, flacas como el espagueti, medias caídas, orejas gigantescas y fosas nasales abiertas. No era extraño imaginarlo más como un funcionario público que, con vestido marrón y sello en mano, tenía el poder de aprobar o desaprobar trámites. O como un empleado bancario, de esos que utiliza mangas plásticas y visera y que se demora cuadrando los números del banco hasta el anochecer.
Y el tipo, con quien me llegué a ilusionar en 1985 porque en la primera página de la sección de deportes de El Tiempo, se habló de la posibilidad cierta de que a Millonarios llegaban él y Luis Islas -cosa que nunca pasó después-, tomó la pelota y corrió lateralmente para dominarla, casi sin tiempo y espacio. Apenas pudo pararla y se fueron detrás de él dos zagueros más a cubrirlo. Y yo los invito, de verdad, a que observen esa jugada, para mí una de las más geniales ocurridas en el fútbol. No había espacio para rematar al arco y Ricardo Bochini, de repente, decidió empalar la pelota y como si en vez del guayo tuviera una cuchara en el pie, envió la Tango Adidas hacia el arco del ex Cúcuta Deportivo Miguel Ángel Wirtz, portero racinguista. El vuelo del arquero simplemente decoró de manera perfecta semejante obra de arte.
Bochini era eso: un tipo capaz de hacer obras de arte en el campo. Así, sometió a Juventus en la definición de la Intercontinental en 1973 y consagró a Independiente como aquel club majestuoso que se paseó por Sudamérica en los setenta y ochenta siendo el rey de copas. Paradójicamente su mecanismo de defensa para sobrevivir en el fútbol de aquellos años, en los que la violencia contra el habilidoso era una constante, fue su gran virtud como jugador: difícilmente se pueda encontrar algún futbolista que mejor esquivaba patadas que él. Ahí radica su gran suceso.
Hoy Ricardo Bochini cumple 69 años.
PD: a los dirigentes poco hay que creerles. Una prueba más es la liga femenina de 4 meses que se planteó para el 2023, más allá de que el presidente Ramón Jesurún dijo hace ocho meses que era una realidad que ese torneo duraría un año.