La selección de Chile llega con presión extra a la Copa América de Brasil 2019: por un lado, está llamada a ser protagonista luego de inscribirse en el libro de los grandes de Suramérica al ganar las dos más recientes ediciones del torneo continental en 2015 y 2016, con una nómina que, por su calidad y su fuerza para enfrentar a los grandes sin complejos, ha sido considerada la generación dorada del fútbol chileno, pero que hoy enfrenta un proceso de renovación. Por otro lado, este equipo, que hoy está a cargo del colombiano Reinaldo Rueda, tiene una obligación moral de ilusionar de nuevo a su afición tras el fracaso que le significó quedarse fuera del Mundial Rusia 2018.
Luego de vencer a Argentina en dos finales consecutivas, el equipo chileno, sin importar quién estuviera al frente como entrenador, se convirtió en un combinado totalmente reconocible, con una identidad y una propuesta de juego muy claras. Esos títulos fueron la muestra del trabajo bien hecho. Una propuesta que supo mantener incluso para la Copa Confederaciones en Rusia, a la que llegó a la final, en la cual cayó con Alemania.
Sin embargo, el punto de declive de esta ‘generación dorada’ se dio con la campaña irregular en la fase clasificatoria del Mundial de Rusia, en la que terminó eliminado en el sexto lugar, empatado en puntos con Perú, que lo superó por la diferencia de goles. Este golpe le costó el cargo al argentino Juan Antonio Pizzi y se encendió una alarma que pedía renovación de la nómina, en la que sus líderes Claudio Bravo, Alexis Sánchez y Arturo Vidal ya pasaban de 30 años.
La Federación de Fútbol de Chile optó por el colombiano Reinaldo Rueda como la mejor opción. Con el objetivo inicial de conseguir el tricampeonato en la Copa América, Rueda comenzó en marzo del 2018 un proceso en el que se atrevió a hacer cambios en el esquema y en el funcionamiento. En el 2018 disputó 10 amistosos con un rendimiento del 50 por ciento, con cuatro triunfos, tres empates y tres derrotas.
En marzo de este año tuvo dos amistosos (derrota con México 1-2 y contra Estados Unidos 1-1) que, lejos de afianzar un equipo tipo, dejaron malas sensaciones: a pocos meses de la Copa América, el DT seguía haciendo pruebas con jugadores nuevos que dieron la sensación de no tener claro el rumbo.
El reto es grande: llegará a Brasil en proceso de adaptación al trabajo del técnico Rueda, con nuevas caras que buscan un espacio y ocupar el lugar de las figuras que van de salida y que también tratará de cambiar la imagen de equipo díscolo.
Pero lo más importante es que luchará por recuperar la calidad que le dé el respeto que merece a la actual bicamepeona de América.