Ya en Portugal se veía la solidez y el conocimiento de uno y el poderío del otro. La diferencia es que ese día estaba Lionel Messi, lesionado para la revancha en París, un cruce que fue menos emocionante en casa del PSG.
En el Estadio Da Luz fue un empate 1-1 y el marcador en el Parque de los Príncipes se repitió, en un encuentro decidido por dos penaltis y en el que por largos tramos se escucharon más bostezos que cantos.
Lo bueno para ambos es que siguen en el tope de la tabla de posiciones del grupo, ambos con 8 puntos, pero lo malo para los ricos de la película es que siguen sin dar la idea de un equipo que se compadezca con los pergaminos -y los salarios- de sus estrellas.
No pasaba nada y lo que pasó fue un error: tonta falta a Bernat en el área portuguesa y penalti que, a los 39, cambió por gol un Mbappé inédito hasta ese momento. Como todos los de Galultier, a decir verdad.
¿Pruebas? Las cámaras se distrajeron en ese primera etapa en buscar a Messi en la tribuna, hartos todos de ver en el campo que la férrea marca de Benfica amarraba hasta las ideas de los favoritos.
Y entonces Neymar tuvo ganas de llegar al partido y se inventó un sombrero y un doble salto mortal, de esos tan suyos, cuando vinieron a desarmarlo. Claro que se ganó la falta, claro que entiende que esto, al final, se trata de dar espectáculo.
Tras el descanso vendría un tedio largo que solo se rompió con un penalti de Verrati que Joao Mario cambió por gol a los 62 minutos y después dos equipos sin mayores intenciones de hacerse daño.
Una dura entrada a Neymar y una más que forzó el cambio de Mbappé, final de una historia aburrida, un buen negocio para los de la cancha pero no para los de las tribunas.
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