El título de Liverpool tiene una imagen de fondo: la del egipcio Mohamed Salah.
Y no es solo porque este sábado abrió el camino del título de Champions League con su gol de penalti, sino porque ha coronado una espectacular temporada, con 26 goles y una participación estratégica como asistidor.
Su esfuerzo tiene además sabor a revancha pues hace un año se quedaba fuera de competencia por un incidente que ya no quiere ni recordar.
Él calificó aquella primera final con Liverpool como una "noche muy dura", por la derrota y por la lesión que sufrió en el estadio Olímpico de Kiev ante el Real Madrid, cuando se lastimó el hombro izquierdo en una pugna y una caída con Sergio Ramos. Era el minuto 30. No pudo seguir y encima pagó un precio muy alto después ya que llegó muy justo al Mundial de Rusia y también pasó en blanco con Egipto.
El momento de la falta que tiene en vilo a los egipcios.
Foto: EFE
Por esa inmensa tristeza llegó al estadio Wanda Metropolitano de Madrid, contra Tottenham, con ganas de revancha, con la meta de aportar, esta vez sí, todo su talento, su agilidad, definición y goles para lograr el título en su segundo intento en línea con Liverpool.
"Estoy feliz de tener la ocasión de jugar otra final. Espero poder jugarla entera esta vez", decía en la previa. Y vaya que la jugó completa y aparte marcó de penalti y esta vez sí se fue de la cancha ganador.
Él mismo recordaba su infancia, recorriendo más de cuatro horas entre su cancha y su club de ida y de vuelta y haciendo toda clase de sacrificios para celebrar lo que la vida le ha dado en Madrid: "Me he sacrificado mucho por mi carrera. Fui de un pueblo a El Cairo y ser un egipcio en este nivel es increíble", recordó.
Noche redonda para el egipcio, un hombre clave en la temporada que coronó, justamente, con un trofeo.