Opinión

Se fue Teresa

Así recuerda Nicolás Samper al arquero Fabián Cancelarich, argentino que atajó en Millonarios.

15 de mayo 2024, 03:40 p. m.
Así le decían cuando aparecía en las mañanas en las prácticas: Teresa. La leyenda contada por el protagonista reza que ese remoquete vino un día que algún compañero se fijó en que una trabajadora del club tenía un peinado muy similar al joven y talentoso portero de Ferrocarril Oeste. Fabián Cancelarich entonces cargó con el mote en medio de las sonrisas: realmente el pelo y el peinado guardaban esa similitud tan necesaria para que un apodo pueda ser válido.
La herencia en la portería del equipo de Caballito era pesada: en los primeros años Roque Marrapodi y en tiempos más cercanos al surgimiento de Cancelarich estuvieron Carlos Barisio -record de imbatibilidad en el fútbol argentino profesional, con 1075 minutos- y después Eduardo Esteban Basigalup -campeón titular con aquel Ferro de 1984-. Teresa Cancelarich entonces encontró su lugar cuando Basigalup se fue a Colombia, para jugar con Millonarios y es aquí cuando emerge por primera vez el club azul en su vida. A partir de sus muy buenas actuaciones se ganó la titular y siempre era destacado en años de gigantescos porteros: Gatti en Boca, Pumpido en River, Islas, primero en Estudiantes y después en Independiente, Fillol, regresando del exterior para ocupar la portería de Racing, Chilavert cuando arrancó con San Lorenzo…
Tan así fue que Carlos Bilardo se llevó a Teresa a Italia, para que fuera el tercer arquero de la Selección. Ferro, a sabiendas de que su juvenil guardameta pronto encontraría mejores rumbos, contrató a Alberto Pedro Vivalda en la campaña 88/89. Vivalda, que había salido libre de River Plate, apareció por recomendación de Carlos Timoteo Griguol, que lo dirigió en Núñez y uno de los grandes ídolos de Millonarios en su historia compitió al lado de Teresa. Al final Cancelarich se consolidó y Vivalda emigró a Racing. De nuevo un vínculo con Millonarios.
Ya en Italia 90, por encima suyo se encontraban el ya citado Pumpido (en aquellos años dueño de la portería del Betis español y campeón del mundo en 1986) y Goycochea, con quien concentró durante todo ese Mundial y con quien compartió muchísimos momentos de alegría. Goyco fue la gran figura del equipo luego de entrar de emergencia ante la fractura de Pumpido frente a Unión Soviética y acá vuelve a estar Millonarios presente en la vida de Cancelarich. Para ese tiempo, Goycochea era arquero del azul. De hecho, pasada esa Copa del Mundo, en la que Goycochea se va para Racing, sonó con gran fuerza el nombre de Cancelarich para ocupar el lugar que dejó el Vasco en Colombia. La negociación al final no prosperó (en 1990 ya Millonarios empezó a sentir los rigores de una economía muy reducida) y se quedó en Caballito. Al final Fabián, o Teresa, terminó siendo el segundo portero de Argentina.
Luego de ese Mundial su carrera empezó a dar varias vueltas: Pedro Monzón -compañero suyo en la Copa del Mundo del 90- le fracturó el tabique en un choque violentísimo y en el que el zaguero de Independiente (recordado por levantar por los aires a Jurgen Klinsmann y ser el primer expulsado en una final de un Mundial) fue sancionado varias jornadas, a Cancelarich no le quedó otra más que operarse y aguantar una pequeña incapacidad y su puesto fue ocupado temporalmente por Germán Burgos, su habitual suplente que empezó a mostrar buenas condiciones. Y acá parte también a veces esa suerte que le fue algo esquiva a Cancelarich a pesar de ser muy buen arquero: aunque anduvo en varias selecciones y en la de mayores hasta 1992, nunca atajó un partido oficial. En el 93 cambió de aires y se fue a Belgrano de Córdoba y Germán Burgos se ganó la titular en Ferro para, tres años después ser campeón con River y titular de Argentina. En Córdoba siguió su buena senda de atajadas y en un duelo ante River lo expulsan: su equipo cae 1-5 (en su defensa andaba Ariel Cuffaro Russo, otro ex Millonarios) y sin cambios, le toca ponerse en la portería a Victor Hugo Ferreyra, que era delantero y que recibió cuatro goles. Durante su suspensión y una lesión mediante un largo y gigante arquero ocupó su lugar: Carlos Bossio. El primer gran reto de Bossio fue en la Bombonera y ante Boca: Belgrano ganó 0-1 y Bossio no soltó el puesto, tanto que pronto se va a Estudiantes (que andaba en la B), asciende, hace una gran campaña -con un gol de cabeza incluido- y lo llamar para atajar con la Selección Argentina en Ecuador un partido de eliminatorias.
Llegó Teresa a Millos de emergencia: Eddy Villarraga se lesionó de gravedad los ligamentos y faltaba un portero. Fue entonces que apareció de repente jugando contra la U de Chile en Santiago. En el partido anterior de Millonarios ante la U. Católica el portero juvenil Luis Fernando Sánchez había recibido cuatro goles. Cancelarich arrancó con tres en contra (dos de Marcelo Salas) y el juego terminó 3-2.
En esa Copa del 95 sin embargo, su aporte fue muy valioso: en Lima, en octavos, detuvo dos pelotas con sello de gol y aguantó la andanada de centros que llovían por doquier en aquel duelo frente a Alianza, que terminó 1-1. En Bogotá, en el juego de vuelta, fue figurón: Millos ganó 2-0 y avanzó a cuartos de final pero Cancelarich detuvo cuatro llegadas francas del visitante, con arrojo y estilo clásico de atajador: las dos, que para mí fueron inolvidables, fueron un tiro libre al ángulo de Waldir Sáenz, dos mano a mano con Darío Muchotrigo y un cabezazo de pique al suelo del brasileño Gerson Lente: con su buzo gris Umbro saltó al ángulo y descolgó la pelota sin dar rebote. Fue una parada de esas irrepetibles.
Le vi varias tapadas así en su corto paso por Colombia: conspiraron contra él el mal momento de Millonarios en liga (casi se va al descenso, por atender Libertadores) y Francisco Chapell, el espantoso árbitro peruano que le pitó al argentino una pena máxima inexistente ante Víctor Aristizábal en cuartos de la Libertadores.
Luego lo vi por Platense, haciendo muy buenas campañas y deteniendo balones imposibles, en especial, en una victoria irrepetible de Platense 0-4 frente a Boca en La Bombonera: antes de que llegara el aluvión de goles calamares, Cancelarich aguantó el resultado parando dos bombazos del Ñol Solano, uno de Rodolfo Cardoso y un mano a mano a Claudio Caniggia.
Ya después vendrían sus propias anécdotas: el penal con los dos pies que le marcó Palermo o, en su regreso a un desvencijadísimo Ferrocarril Oeste, los tres tantos que, de penal, le hizo Chilavert (el paraguayo es el único arquero en el mundo en marcar una tripleta).
Este martes me enteré temprano de su muerte y lo lamenté mucho: Cancelarich, un tipo sencillo y que mereció mejor suerte, dejó el recuerdo (en mí por lo menos) de esas atajadas que condujeron a Millonarios a estar entre los ocho mejores de América, justo hoy, que este Millonarios 2024 se quedó por fuera de cualquier torneo internacional.
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