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¿Qué nos pasa? Amenazas de muerte no son nuevas y acorralan al FPC

El reciente caso de la familia Bodmer recuerda otros dolorosos momentos en Liga y Torneo.

Bodmer, Quintabani y Jaime de la Pava Foto: Tomado d X @Dimayor y @juanfotosadn


23 de febrero 2024, 07:22 a. m.
Vergüenza. Eso es lo que produce la noticia de las amenazas de muerte que siguen haciendo carrera en el fútbol colombiano y que bajo ninguna circunstancia se pueden normalizar.
'El bravo del sofá' que se siente con derecho de acorralar a uno de los integrantes del equipo que hipócritamente dice amar tiene que ser castigado con todo el peso de la Ley y debe marginarse del fútbol de manera radical. No es posible que se esté naturalizando la amenaza como mecanismo de presión ni que una mala decisión o un error en una cancha comprometa la vida de nadie. Es el triunfo del absurdo.
Lo que es más lamentable es que ha hecho carrera y cada vez parece más parte del paisaje que cualquiera se sienta con derecho de amenazas con la excusa de la pelota. 
Hace exactamente un año, el técnico Diego Corredor, entonces entrenador del Once Caldas, tuvo que acudir a la Policía para denunciar amenazas en las redes sociales, situación que fue confirmada por el propio club. Lo peor es que para ese momento ya habían sido víctimas de los violentos Flavio Torres y Hubert Bodhert, el árbitro Wílmar Roldán y el dirigente Felipe Paniagua, entre otros, en Manizales.
Qué decir del terrible episodio que tuvo que sufrir en Armenia el entrenador del Deportes Quindío, Óscar Héctor Quintabani, quien reveló en septiembre de 2023 que cerca de 15 personas llegaron en moto hasta su residencia, en frente de su hija, para exigir su salida del club o “su muerte” si no cedía a las presiones,
Por esa misma época, en el Deportivo Cali, alguien filtró números de teléfono de miembros de la plantilla y Germán Mera fue el blanco de las peores amenazas contra él y su familia. La situación obligó a marginarlo del equipo mientras se aseguraba su protección y acabó precipitando su salida. 
 
En esos mismos hechos fue amenazado el técnico Jaime de la Pava, quien incluso ahora sigue cambiando su número de teléfono y se mantiene el frente del club para no ceder a las presiones de quienes se sienten dueños del club y hasta de la vida de sus integrantes. Acoso en los sitios de concentración y hasta en los aeropuertos, como le ocurrió hace un par de semanas a Javier Reina, se van convirtiendo en paisaje.
Lamentablemente, en los últimos días los violentos volvieron a ganar protagonismo cuando amenazaron al defensor uruguayo José Aja, quien fue marginado de la convocatoria y llegó a pensar en salir del Independiente Medellín al conocer amenazas en contra de su familia en Medellín. El club le ha garantizado su seguridad y el jugador ha vuelto a estar a órdenes del técnico Alfredo Arias, quien protestó por esta terrible situación en recientes ruedas de prensa. 
​Como si no fuera suficientemente penoso, ahora asistimos a las amenazas que ha sufrido la esposa de Jhon Bodmer, entrenador de Atlético Nacional. Este mismo viernes se decidirá su continuidad, ya no por razones estrictamente deportivas sino por el compromiso de la vida de su familia. Vergüenza se queda corto para describir esta situación, que además involucra a dirigentes del club, también intimidados por los violentos. 
¿Qué pasa por la cabeza de quien se esconde en el fútbol para manifestar sus carencias? La sociedad está enferma y el fútbol parece ser otra víctima. 
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