Era un mar de dudas todo: ¿cómo fue que James Rodríguez jugó todo el partido contra Bolivia, a 4.150m de altitud, y repitió como titular en Barranquilla contra Chile?
Lo había advertido Néstor Lorenzo en la rueda de prensa previa: "hizo un gran desgaste, pero terminó muy bien”, dijo. Y sí, estaba bien.
El capitán se plantó en la cancha para el duelo contra Chile con la autoridad de siempre y, con el paso de los minutos, en vez de sufrir el calor pareció tomarlo como combustible.
Detalle no menor: James, después de 100 minutos en El Alto, recuperando en su terreno, ocupando espacios en el medio cuando salían Ríos y Jhon Arias, corriendo en la raya y hasta haciendo él un saque lateral Es, en definitivo, otro futbolista cuando se viste e amarillo, de negro o de blanco como esta vez, en defensa de su selección nacional.
Y entonces, lo suyo, que es el guante en su pierna zurda y el efecto determinante en sus compañeros: suyo fue el cobro de tiro de esquina que cabeceó Lucumí y luego, sin culpa, desvió Dávinson a los 34 minutos. Y suyo, por supuesto, fue el gran mérito del segundo tanto pues presionó a Chile en la salida, recuperó la pelota y le dio un pase perfecto a Díaz para el 2-0 a los 52.
No acusó el menor cansancio, a pesar de los dos durísimos partidos que jugó, cuando se asoció con Díaz y pudo marcar el tercero, cuando se juntó con Carrascal y volvió a ser amenazante al ubicar a Sinisterra, pase a Durán y goleada confirmada en el 3-0 que era justo, más que justo.
El 10 se fue a los 85 minutos en medio de una ruidosa ovación y fue faro, luz y guía porque es lo que se espera de él, porque jugando para su país es muy difícil que decepcione, porque, hasta que no se demuestre lo contrario, Colombia sigue siendo EL EQUIPO DE JAMES.