Fue otro día de esperar, como la novia engañada, al enamorado que no llegará. Un día más de la Selección Colombia esperando a su hombre desequilibrante sin llegar a verlo, a sentir su efecto.
Pasaron 45 minutos de James, que sumados a los 90 de intrascendencia en Chile, empezaban a preocupar.
El partido estaba cuesta arriba desde los 5 minutos y el creativo se enfrascaba en ese balde de agua fría que recibía su equipo, con una imprecisión que en él es francamente inusual.
A los 11 minutos parecía que despertaba con un remate desviado y otro mal intento después, pero era solo un síntoma, no una mejoría real. No sería hasta el ingreso de Luis Díaz cuando se liberaría de la banda derecha y se juntaría con el guajiro para encontrarse, por fin, con Zapata.
El asunto es que el descanso le cortó el impulso porque en el segundo tiempo volvió a tardar en carburar y en una jugada desafortunada fue el quien perdió la pelota en la mitad, dejó al equipo sacrificado cuando volvía del ataque y Murillo acabó cometiendo el penalti para el 0-2.
Hay que decir que no se cayó ante esa adversidad, que intentó hacerse dueño de la pelota y tuvo en Cuadrado un socio cada vez que pudo zafar de ese lateral derecho lo auxilió.
A la tribuna se fue su siguiente intento de media distancia y otra vez no era el día: la precisión de su pase y su remate brillaba por su ausencia.
El tiempo se fue sin que lograra encontrar un solo socio, ni Cardona ni Morelos lograron apoyarlo y él mismo no tuvo la
claridad de antes. Ya Colombia caía 0-3 y James mostraba un síntoma muy, muy preocupante: imprecisión. Ni un pase filtrado, ni la sutileza de sus asistencias, ni siquiera pudo aguantar bien la pelota.
La situación más preocupante es que se prolonga esta fundida del creativo, que no hace diferencia y cuando eso le pasa al 10 Colombia, inevitablemente, lo resiente. La revancha será enQuito. ¿Aparecerá el hombre distinto?