Parecía que el fantasma de los problemas de definición porque, a pesar de tener pelota e intención casi todo el partido, Liverpool se estrelló contra una barrera llamada Newcastle, que batalló en cada pelota, castigó cuando pudo pero sobre la hora vio escapar un punto por el que trabajó pero que no se logró.
La victoria 2-1, agónica y casi angustiosa, es un premio a la persistencia ante un rival que acabó tirado en el césped tras un esfuerzo descomunal. Fue Carvalho el que resolvió el lío en una noche de mucha entrega e intentos de Luis Díaz, a quien pocos espacios le dieron -ya se ha ido volviendo costumbre en Premier- pero que encontró un par de buenas opciones en la media distancia.
Para Newcastle el plan 'aguanta el chaparrón los primeros 20 minutos' era innegociable y por eso bloqueó a Díaz con Lascelles y a Salah con todos los demás sin temor. Pero por poco se sale del libreto el visitante cuando, a los 17, Newcastle encontró el espacio que dejó Alexander-Arnold por la banda y enfiló hasta el borde del área para sorprender, de media vuelta, a Alisson-Becker con un remate que se le fue apenas elevado. ¡Qué susto!
Caía mal Díaz y requería atención médica en un duro cierre (lo fueron a buscar) pero se recuperó con una descolgada por la izquierda y un centro sin buen destino y luego para uno de sus lujos al parar la pelota, de esos que despiertan ovaciones en Anfield. Y aún así, un tiro libre de Trippier era el único remate al arco en la primera media hora. Pero o se cansaba Liverpool de insistir y el servicio de Firmino, cuando no había arquero, se le iba muy por arriba en el derechazo al colombiano. Tenía que ser gol...
Y más le dolería al colombiano cuando Isak, a los 37, castigaba un pestañeo local en el regreso, superaba a Van Dijk y, a la salida del portero, definía arriba, imposible para el 0-1 que enfurecía en la raya a Klopp, molesto ya por el arbitraje.
El complemento era una historia parecida, con la pelota y la intención del lado rojo pero el susto en el rival: a los 54 dejó sembrados Isak a Robertson y a Gómez en una veloz salida y definía de nuevo impecable, pero partía un paso por delante de Van Dijk y el fuera de lugar anulaba el lujo de la jugada. Muy, muy preocupado parecía todo Anfield.
Hasta que a los 61, Firmino trajo la calma: un balón que salía desde la propia portería llegaba en tres toques a Salah y este metía el centro que encontraba al brasileño oportuno, para definir abajo y al palo y empatar el duelo 1-1.
La posesión local era del 73 por ciento pero en la duda de siempre: ¿la pelota para qué? No encontraban os rojos el camino que tantas veces se abrió contra Bournemouth (9-0) y el fantasma de la falta de puntería en el inicio de la Premier League volvía a rondar.
Era tan cerrada la marca de Newcastle, que ya no tenía a Isak, el debutante que tantos dolores de cabeza dio, y se fue de frente por la victoria Luis Díaz, el primer que entendió que no llegarían a las barbas de Pope de ninguna manera y probó dos veces desde afuera, siempre encontrando bien ubicado al gigante portero rival.
Ya estaban Carvalho y Tsimikas pero no llegaba la ventaja y el tiempo ya no daría la mano... ¡pero sí! En tiempo de adición el portugués acabó rematando en un tiro de esquina previo al pitazo final con una pelota que se le coló al hasta entonces imbatible Pope por arriba, entre las manos. ¡Lo gritó Anfield con el alma!