'Vientos favorables'

Opinión de Nicolás Samper sobre inesperada arma de Haaland en la cancha.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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10 de mayo 2023 , 07:03 a. m.

A Erling Haaland hay que tenerle terror. Probablemente el noruego sea uno de los atacantes de presente impecable y de actitud amenazante cada vez que salta a la cancha, además que, desde aquellos tiempos del Borussia Dortmund, es casi imposible encontrarlo en uno de esos resúmenes típicos de pifias increíbles porque todo lo que toca lo convierte en gol, no importa de que se trate de una jugada que está atascada o que el ángulo y la posición no sean las más favorables. Halland se da mañas para convertir los puntos suspensivos en punto final sin que se le mueva un pelo. Hay que tenerle terror a Erling porque a su arsenal natural, le ha agregado a su numerosos repertorio, un inmenso torbellino de pedos como manera de defender su propio territorio.

El suceso fue documentado en un artículo del Daily Star en el que, de acuerdo a lo que al parecer habría dicho León Goretzka, jugador de la plantilla del Bayern Munich y que tuvo que marcar al nórdico en un par de jugadas en el duelo que sostuvieron el City y el Munich en cuartos de final de la Liga de Campeones, el alemán jamás había soportado tanta asquerosidad en una cancha. Porque, y con un video altamente demostrativo, las ráfagas gastrointestinales de Haaland no son de esas inadvertidas, que escapan del cuerpo con un leve silbido agudo, temperatura ambiente e inoloros y que se pueden camuflar perfectamente con las brisas borrascosas que casi siempre cubren la lluviosa Manchester; nada de eso: lo del futbolista es un arma química de poder letal en pleno duelo por un corner. Su espacio vital ya no lo defiende a punta de braceo y ubicación, sino que agregó a su movilidad un hálito trasero nauseabundo e insoportable.


No es el primer caso de un player que sufre de coqueteos gástricos, pero sí seguramente el primero (hasta que haya una prueba que logre rebatir su calidad de pionero). Lo que pasa es que el atacante ahora usa esas ventosidades pútridas a su favor, para quitarse las sanguijuelas a las que debe ver cara a cara durante más de 90 minutos de fútbol y eso habla bien del noruego, en medio de todo y alejándonos un poco de los modales y el buen gusto, porque encontró una novedosa forma para encontrar el desmarque.


Hay otros que hacen del canto ronco posterior un coro a la displicencia: Marcelo, zaguero brasileño del Lyon, quedó muy mal ubicado ante su afición cuando fue apartado del plantel profesional, después de que su club cayera 3-0 ante el modestísimo Angers porque, terminado el encuentro, no encontró mejor manera de asumir la derrota que, desde su desembocadura, disparar vientos quedos de su vientre en el camerino, mientras soltaba risotadas sonoras de su otra desembocadura. Esa no es manera de exorcizar una caída en el juego. Rafael Van der Vaart, que durante algún duelo del Real Madrid, supo darle ambiente al banquillo lanzando un feroz gas que provocó la reacción de sus colegas de banca. Desde ahí se le conoció como “Rafa Van den Fart” -pedo en inglés-. Ni hablar de Adam Lindin Ljungkvist, ignoto futbolista del Pershagen SK, quien fue expulsado por tirarse un fote profundo y de altos decibeles. La situación, hasta ahí lo suficientemente surreal, tiene una cereza en la punta del postre: el árbitro que lo echó del campo por su pedo es apellido Kako.


Más allá de toda esta acumulación de cruzados vientos fosfatados, Halland encontró un amigo invisible que lo acompañará y que es inmune a cualquier esquema. Incluso el noruego también puede jactarse de haber vencido al sistema: hasta hoy el VAR no detecta olores.

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