Se le escapan las finales a la selección Argentina. Se pierden en la memoria sus victorias resonantes, aunque mantiene activa la prepotencia en la derrota, en típico menosprecio a torneos y rivales. Se olvidó de ganar, así en sus filas brillen por sus nombres y conquistas, figuras rutilantes que, con la camiseta nacional, no logran darle sentido al juego y a los resultados.
Lloriquean sus periodistas buscando soluciones. Quieren desentrañar el misterio Messi-selección, Lo hacen con alarde de entrenadores, dibujando esquemas, señalando culpables y sacrificando ídolos, ante el pueblo decepcionado.
Algunos hablan sin razón y a las patadas. Tanto insulto se escucha porque no aprendieron a perder y se sintieron campeones sin jugar los partidos.
La historia adversa se remonta al histórico cinco a cero contra Colombia, instancia a la que llegó Argentina como doble campeón de América, coronado en la Copa Confederaciones, después de saborear 33 fechas y seis años imbatible. El invicto, lo perdió en Barranquilla el mismo año, 1993, 2-1 frente a nuestro seleccionado.
Parece, aquel día, sin entrar en provocaciones, el punto de partida del espanto y la tragedia. No volvió a ganar un título.
Hoy el fútbol argentino está en llamas: su equipo se derrumba contra rivales inferiores, su dirigencia deambula por despachos judiciales, en pericias investigativas y la violencia ruge en los estadios.
Perdió también la esencia de su juego, con su astro Lionel Messi coronado en otras tierras pero desorientado, apabullado por el histórico liderazgo de Diego Maradona, con quien siempre lo comparan y por las críticas injustas de quienes quieren hacerlo único responsable.
No hay efecto sin causa. El norte se perdió cuando traicionaran sus bases de calidad indiscutida. Cuando quisieron adaptarse a otros métodos en la competencia. Sin duda es referente en el mundo del balón, pero la selección Argentina actual no es ni la sombra de aquella admirada del pasado. ¿Será la maldición del cinco a cero?
Esteban Jaramillo Osorio
Especial para Futbolred
Esteban Jaramillo, columnista invitado.
Foto: Archivo ETCE
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