Frente al espejo

En épocas de encierro y covid-19, Nicolás Samper desempolva sus joyas históricas que tiene en casa.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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18 de marzo 2020 , 09:43 a. m.

La orden es perentoria: resguardarse y guarecerse ante estos tiempos convulsionados y confusos. No estar más en la oficina, no estar más con los compañeros de trabajo -que en muchos casos también son amigos- hay que resolver lo que surja a través de WhatsApp pero la orden es el encierro. En medio de esa idea de estar en un solo sitio durante todo el día hay que hacer el trabajo, porque por suerte todavía hay.

Entonces hay tiempos muertos, que en mi caso no son tantos, pero tiempos muertos hay. Y esos momentos sirven como para observar lo que hemos hecho, lo que hemos dejado de hacer, lo que tenemos pendiente, lo que quisiéramos de nuestras vidas y lo que recordamos que nuestras modestas posesiones, esas que en tiempos de tránsito libre, dejamos en casa confiados de que no hagan desastres, como los juguetes de Toy Story mientras nos ausentamos.

Ayer, en un break radial, empecé a revisar unos álbumes que de a poco he logrado construir sobre cada uno de los clubes de fútbol en Colombia en los que hay una fotografía por año de la formación de cada uno de los clubes. El afán y el tiempo escaso no me han dejado terminarlos. Abrí las páginas para ver qué me encontraba y obvio, ahí es un poco en donde nos miramos al espejo. Vi a Julio Brucessi ubicado con un equipo del Cúcuta Deportivo y recordaba que los ancianos de la tribu decían que pocos tan aguerridos como él. Justo en el Cúcuta en donde parte del éxito radica en el entusiasmo exhibido incluso en los malos, malísimos momentos que la historia le ha permitido vivir a los rojinegros. Casi no reconozco a Malásquez y en mi mente se recreó aquella “mamoleada” que el peruano le dio a toda la defensa del Unión Magdalena y al pobre Gasparoni, arquero de los samarios, quienes quedaron despatarrados por cuenta del gol más bonito que se haya anotado en el Atanasio Girardot.

Me encontré con el Bucaramanga del 81 que tenía un combo genial -Saturno, Umaña, Onnis, Maturana, Paruzzo- y que a pesar del esfuerzo no pudo entrar a los 8 y que arrastró la tragedia de aquel noviembre de ese año con muertos y balas perdidas en el Alfonso López.

Me encontré con Mulethaler, el volante del Cúcuta con pinta de cavernícola, y con Alberto Gamero de azul, pero no de Millonarios, sino marcando la banda con el extinto Unicosta. Me sorprendí viendo a Didier Muñoz en Millonarios y recordé al ver la foto del Huila del 93, que el hijo de Cástulo Boiga trabajaba hace varios años en una orquesta. ¿En qué andará?

No importa lo que pase y si los tiempos son adversos. A veces abrimos una puerta en nuestra mente que nos deja volar un rato con las historias de cada una de esas caras en formación, para olvidar lo que pasa. Cuando cierro las páginas del álbum aterrizo de nuevo en lo que estamos. Estoy en esas: abriendo puertas para sobrellevar la vida. Y me está funcionando.

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