El vagón va tragando la carrilera suspendida en el aire y el sonido de metal contra metal hace sinfonía con el viento que sopla más fuerte cuando se acerca al cielo. En 2017 la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS por su sigla en inglés) ubicó el campeonato de primera división colombiano como el segundo más importante del mundo, superado únicamente por La Liga de España. Una clasificación que seguramente no correspondía con la realidad de nuestro balompié pero que al menos tenía una explicación matemática.
El Fútbol Profesional Colombiano acababa de obtener, por primera vez en su historia, los dos trofeos más importantes del continente en años consecutivos. En 2015, Independiente Santa Fe levantó la Copa Sudamericana (primera para el país) y siete meses después, Atlético Nacional conquistó su segunda Copa Libertadores (tercera para Colombia). Además, y como consecuencia de esos campeonatos, cada uno de ellos jugó por otro título internacional y ambos lo consiguieron: Copa Suruga para los bogotanos y Recopa Sudamericana para los antioqueños.
La brisa acariciando la cara: el buen momento del fútbol colombiano no traducía solo la representación en el extranjero de dos de sus clubes. La Selección mayor masculina venía de hacer la mejor Copa Mundo de su historia (2014) y se iba a clasificar de nuevo para la siguiente; la femenina había accedido por primera vez a los octavos de final de un Mundial (2015) y a dos Juegos Olímpicos de forma consecutiva (2012 y 2016). El equipo Sub-20 había sido campeón y subcampeón en las últimas dos ediciones del Sudamericano (2013 y 2015) y el Sub-17 volvía a un Mundial (2017) después de tres Copas ausente.
Pero luego vino el vacío. El desasosiego propio de la descolgada. Un desplome, en realidad. Desde la publicación de aquella clasificación se han jugado cinco ediciones de Copa Libertadores. Colombia ha llegado a octavos de final únicamente dos veces y con solo un equipo: en 2018, Nacional (eliminado en esa instancia) y en el torneo en curso Deportes Tolima (que representa una auténtica bocanada de aire en medio de este ahogo). Solo Venezuela y Perú tienen un registro más flojo que el nuestro.
En Sudamericana algunos repechos: Junior fue finalista en 2018 y semifinalista un año antes. Sin embargo, desde 2019 Colombia no pasó de cuartos de final y en las dos más recientes ha tenido representación en octavos solo por los equipos que no logran superar la fase de grupos de Libertadores (como Deportivo Cali este año). El equipo barranquillero que parecía tenerle un poco más medida a este torneo se despidió ayer en fase de grupos tras una humillante goleada en su estadio.
La Selección mayor masculina no clasificó al Mundial de Catar (2022) y la femenina no estuvo en Francia (2019) ni en Juegos Olímpicos (2020). El equipo Sub-23 perdió en casa la clasificación a los JJOO de Tokio (2020) y La Sub-17 no clasificó a la Copa del Mundo de Brasil (2019) tras un Sudamericano en el que no pudo lograr ni siquiera un punto en cuatro partidos.
Hace cinco años no teníamos el segundo mejor fútbol del mundo, pero sí estábamos mejor que ahora. Y la culpa no es del ranking -ni de la vaca ni del sofá-. Los verdaderos responsables siguen sentados al lado de la taquilla (su lugar favorito) viendo como el que va en el vagón de esta montaña rusa ya casi ni puede respirar y está al borde del desmayo.