La hora de Salah

Opinión de Nicolás Samper sobre la gran figura de Liverpool.

Corresponsal Futbolred
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25 de febrero 2025 , 11:10 a. m.

Poco antes de que Sergio Ramos le arrancara de cuajo un brazo a Mohamed Salah en la final de la Liga de Campeones que llevó al Olimpo en Kiev a Gareth Bale e hizo visible al pobre Loris Karius, 26 millones de egipcios se encontraron con la posibilidad de elegir al presidente de su nación, envuelta en tiempos convulsos luego de aquella primavera árabe que catapultó lejos de palacio al sempiterno Hosni Mubarak en el 2011. Era 2018, pero los sismos políticos seguían siendo tan fuertes que hasta las pirámides encolumnadas en El Cairo y alrededores, se agrietaron hasta esos años.


Atrás quedó Mubarak y la unión de los ultras de los dos clubes que más se odian en Egipto, el Al Ahly y Zamalek. Estas dos facciones fueron determinantes para hacer la resistencia necesaria que permitiera manifestaciones contra Mubarak sin que la policía pudiera traspasarlos en esas jornadas de muerte y también de rebelión ante el dictador que seguía perpetuando su estancia en el poder, aunque nadie lo quería ver más. En ese 2011 un jovencito llamado Mohammed Salah se iba de su país para buscar suerte en el Basilea, club suizo que vio su talento y lo condujo lejos de las llamas.

Pero en el 2018, luego de que cayera Mubarak y después -un año, para ser más exactos, en el 2012- que un proceso democrático condujera a Mohamed Morsi a ser el primer mandatario de la nación, de nuevo las revueltas y el descontento gestaron un golpe de estado que perpetró Abdelfatah Al Sisi, antiguo alto mando militar. Al Sisi se presentó a elecciones después del remezón y las ganó en 2014, empezando a crear su línea de tiempo que hasta ahora no tiene final porque, dicen los que saben, su gobierno-régimen, acabó con la oposición.

Por eso aquellas elecciones del 2018 eran apenas un trámite para Al Sisi, que ganó los comicios con un 92% de los votos. El segundo en la tabla no fue el otro sujeto que aparecía en el tarjetón, Mustafa Moussa: muchos inconformes no aceptaron que solamente hubiera dos opciones en la tarjeta electoral y, más allá de que la modificación de ese sufragio generaba de inmediato la nulidad del mismo, un millón de egipcios decidieron crear su propia “tercera vía”, a lo Tony Blair y escribieron sobre el voto un nombre muy especial: Mo Salah.

Antes de que Sergio Ramos le descuajara el hombro en los primeros minutos del Real Madrid-Liverpool en Ucrania, Salah consiguió un millón de votos, terminando de segundo en las elecciones, porque él, para casi todo su país, es el único rey que existe. Rey, porque logró brincar con esfuerzo y talento cada escollo futbolístico vivido hasta ser el mejor futbolista de la Premier League hoy y hace ya varias campañas. Rey, porque regresó a los egipcios a disputar una Copa del Mundo tras 28 años de decepciones. Rey, porque no se olvidó de la lucha en su país: en tiempos en los que jugaba de extremo en Fiorentina decidió portar el número 74 en su espalda para rendir un homenaje a las víctimas de Port Said, aquella tragedia en la que, dicen los que saben, los defensores de Hosni Mubarak -incluida la fuerza pública- se vengaron de los hinchas de Al Ahly y la resistencia que ellos generaron en el 2011, en medio de un partido de fútbol disputado entre su club y el equipo Al Masry, muy identificado con la idea del régimen.

El hombre que desborda la derecha y hace diagonales para torturar porteros, el generador del vértigo en Anfield Road y el último bastión que queda de la inolvidable trilogía que integró al lado del senegalés Sadio Mané (segundo lugar en el Balón de Oro 2022) y el brasileño Roberto Firmino sigue siendo el Rey de Egipto y de la tierra de The Beatles. 27 goles en 25 juegos hasta la escritura de esta columna, superando al incandescente Isak (Newcastle), a un animal del área como Haaland (Manchester City) dueño de bajas horas en el equipo más descuadernado que Guardiola no puede emparejar por ahora y al clásico 9 rompedor como Wood (Nottingham Forest), no detiene su carrera frenética: Mohammed Salah merece largamente el Balón de Oro: dos terceros lugares en el World Fifa Player (2018 y 2021) parecen poco para tanto camino recorrido, pero la paciencia -y que no sufra alguna lesión de gravedad- será su única compañía, carente de propaganda y alto perfil, que vislumbra otros candidatos más mediáticos como Mbappé, Bellingham o Vinicius.

Yo no voto en la elección del Balón de Oro (el honor corresponde a Pache Andrade, por Colombia), pero me gustaría enviar mi propia papeleta, escrita a mano: diría “Mo Salah”, igual que el millón de electores que lo hicieron en los comicios egipcios de 2018.

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