Fue un remate furibundo, muy cercano a portería y, aunque no iba tan al ángulo, atajarlo requería una reacción rápida, a puro reflejo. Santiago Mele, como es habitual, repelió de manera increíble el cabezazo de Correa que pintaba para ser el gol del empate para Equidad y esa atajada, como las que suele hacer el hombre de selección, valen puntos.
Y antes de que esa jugara sucediera, en la tarde había estado charlando con Juan Pablo Arévalo sobre la tremenda influencia de los porteros nacidos en ese país, que parece contar con un ADN especial en la preparación de magníficos guardametas. Desde Mario Thull en Junior y Cúcuta, por allá en los finales de los 60, pasando por Ladislao Mazurkiewicz en América, Lorenzo Carrabs -uno de los más grandes, lejos- Carlos Goyén y Mario Sebastián Viera en Junior, Héctor Burguez encargado de sostener las endebles bases de Millonarios en tiempos de vacas famélicas, Juan José Bogado, brillante en 1991 con el DIM y luego opaco en 1997 con el mismo club, Carlos Arias, magnífico uno que anduvo por Unión Magdalena, Cúcuta, Santa Fe y Tuluá, Leonel Rocco, con más buenas que malas en su trasegar por Santa Fe, DIM y Bucarmanga, Luis Barbat, de grandes actuaciones por Medellín, América y Tolima entre otros y en tiempos más recientes Salvador Ichazo en Pereira, Washington Ortega, de silencioso pero efectivo rendimiento en Equidad hasta su adiós, Guillermo De Amores, de buenas maneras cuando logró el campeonato con el Deportivo Cali o Nicolás Vikonis, de gran rendimiento en Millonarios, Patriotas y Bucaramanga.
Las cifras los siguen avalando: en la actualidad siete equipos del FPC tienen un guardián oriental bajo los tres palos. Aguerre (DIM), Guruceaga (Cali), Fiermarín (Tolima), el ya nombrado Ichazo (Pereira), Denis (Boyacá Chicó), Mele (Junior) y Silva (América) que, aunque en su cuenta ha detenido los dos penales que le han pateado, parece el menos uruguayo de los arqueros: suele tomar malas decisiones a la hora de cortar centros y sus manos parecen recubiertas de teflón.
Fue gracias al golero (término bien uruguayo y ese) hoy americanista pero que anduvo por Boston River que generó una pregunta. ¿Vinieron malos arqueros desde Uruguay a nuestro país? Sí. La mayoría desconocidos. Uno solo con una trayectoria muy interesante pero que no logró destacarse.
Arévalo recordó a Óscar Castro, dueño del arco de Santa Fe en el 2007-2008 que protagonizó actuaciones grises que, sumadas al flojo rendimiento del equipo conducido por Pedro Sarmiento, dejaron a los cardenales en los últimos lugares en la tabla de posiciones. Y yo me fui a la casa pensando en esos nombres que no pudieron descollar en lo más mínimo, como Martín Barlocco.
Pelo largo rubio, con iluminaciones, que anduvo en el Quindío por el 2003. Vi que todavía juega y cuenta con la fortuna de que pocos videos existen de sus flojísimas participaciones con los de Armenia. O de un par de charrúas que no pudieron ser mejores que el correcto Gustavo Roverano en Unión Magdalena, que había dejado buena impresión en el Eduardo Santos. Primero apareció Alvaro Escames, proveniente de Nacional de Montevideo, pero que no estaba para atajar ni en Nacional de Eléctricos. Si la memoria no falla lo terminaron licenciando. En su remplazo emergió un portero algo regordete, con visos de calvicie profunda y que desarrolló gran parte de su trayectoria en el Sudamérica. Su nombre era Gerardo Priore. Su única tarde de gloria -una constante en esos futbolistas que están destinados al fracaso- se dio en Bogotá durante un partido contra Santa Fe que concluyó 0-0. A Priore, sin gran estilo ni técnica, lo golpearon todas las pelotas en su cuerpo, más por ubicación y mala definición que por virtud. Después de esa tarde dominical, todo fue desgracia, tanto que Unicosta le hizo en dos partidos 14 goles.
Caso similar fue el de Juan Obelar en Millonarios: su primera presentación se dio ante Nacional en El Campín y aunque el gol de los verdes tuvo su responsabilidad, después se lució ante cada ataque de los antioqueños que, hay que decirlo, dilapidaron bastante por sus propios defectos ante el guardameta recién llegado.
Nunca tuvo un partido ni siquiera parecido al debut. Su carrera en Colombia culminó luego de un juego que Millonarios perdía 0-2 ante Tuluá en los primeros 45 minutos. Su evidente compromiso en los tantos recibidos llevó a que fuera reemplazado para la segunda etapa.
El caso más extraño lo protagonizó Carlos Nicola. Convocado con asiduidad a la Selección Uruguay, y muchas veces titular en la celeste, apareció por Medellín en una movida sorpresiva que parecía darle un aire al DIM en la búsqueda de un portero de garantía. Nicola atajó poco y mal y fuera de eso Luis Omar Valencia le aplicó un gol olímpico en un duelo que el DIM perdió ante el Real Cartagena. Se fue en silencio, sin grandes gestas para evocar.
Estos ejemplos, sumados a los nombres de Alvaro Villete (Patriotas), Sergio Migliaccio (Boyacá Chicó) y Kevin Dawson (Cali) son la comprobación de que no siempre ser uruguayo trae consigo la tranquilidad que se necesita para cuidar aquella parcela de 7,32 x 2,44.