Curso de madurez

Opinión de Jenny Gámez, editora de FUTBOLRED, sobre el inicio de Colombia en Eliminatorias.

Jenny Gámez

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Foto: Filiberto Pinzón

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16 de octubre 2020 , 08:06 a. m.

Crecer es mirarse las virtudes con ligereza y los defectos con compasión. Es escuchar, resignar autoconfianza por superación y no tener miedo de intentar resolver, con las armas propias, cada carencia. El problema es que en el tránsito hay que asfixiar el ego. Y no todos están listos para esa conversación, especialmente si se trata de una Selección Colombia.

La trampa del ego nacional es el más árido de los desiertos, un diálogo de sordos, un estúpido ejercicio de replicar el discurso propio con total desprecio de la razón, la discusión, la opinión disonante. No era la idea pero acabó siendo una definición de Twitter...

En fin. Lo cierto es que el país amanece hablando de Steven Alzate no porque haya hecho ningún partido digno de mención, sino porque alguien se atrevió a hablar de él unas horas después de sumar 4 puntos en el inicio de las Eliminatorias. ¡Bah! No tiene que ver con un jugador sino con la necesidad de comprar un enemigo público. ¿Ven por qué seguimos a años de luz de Argentina o Brasil o Uruguay? ¡Si de un jugador más hicimos un mártir a la primera oportunidad!

Allá suman 6 de 6 y es lo que se espera, ya está, sin exageraciones. O pierden estrepitosamente en Quito y al día siguiente los diarios piden soluciones no cabezas. Por eso son los que son, porque maduraron.

¿Qué tal si tuviéramos la valentía de empezar el camino a Qatar 2022, lleve a donde lleve, mirándonos al espejo? Diciéndonos, por ejemplo, que no es Holanda del 74 el equipo que le ganó a una limitadísima Venezuela -casi caminando durante al menos media hora-, como tampoco hay que morirse de vergüenza por salir a un campo como el de Chile, aprendiendo a ganar de 'boquilla' (a lo Vidal) y a equilibrar con testosterona la falta de ideas. En Barranquilla y en Santiago los 4 puntos dejan razones para ilusionarse, pero también otras para preocuparse. Y en ningún caso debería ser un drama, como pretenden tantos 'valientes' del sofá.

¿Por qué habría que tener tanto miedo de decir que James no fue ni la mitad del creativo del Everton sumados los dos partidos del inicio del torneo? Jugó como quiso en Barranquilla y le alcanzó para estar en dos goles, pero allí no tuvo oposición, mientras que en Chile sí sucumbió ante una marca de esas que encontrará por docenas en las canchas suramericanas, con lo cual su tarea no es defenestrar de su rendimiento sino presionar a su DT para que le de herramientas y socios que le permitan encontrar vías de escape. ¿O para qué está entonces un seleccionador sino para fabricarle soluciones a su hombre clave?

Debería poderse decir que Cuadrado no puede jugar hasta de portero, como alardeaba Queiroz (de buena fe), pues a sus años el sacrificio del lateral se cobra su fantástica generación de juego; habría que reconocer que Falcao deambuló en los pocos minutos que tuvo en Barranquilla pero echó mano de su experiencia y su incalculable amor propio a la hora de resolver las fallas de sus compañeros en Chile, donde por largos pasajes no se cayó una sola idea; tendríamos que decir sin pena que los otrora infalibles como Muriel, Zapata o Barrios no pesaron ante un rival rocoso y enredador como Chile, que cayeron en la trampa -como diría Mina- y que a la hora de reemplazarlos faltaron opciones más versátiles que solo cinco números 9 improvisados para ajustarlos al 4-3-3, que parecía camisa de fuerza.

Y digo parecía porque en la propia cancha lo vio Queiroz y lo corrigió: contra Venezuela usó por momentos 5 hombres en zona de volantes y contra Chile supo entender que sin Medina el modelo hacía agua, puso en su puesto al tan mentado Alzate (mediocampista por izquierda) al verlo fracasar en el intento por la otra punta y a Barrios lo vio innecesario para el remate, lo remplazó por Falcao y tiró su rígido 4-3-3 para convertirlo en un 4-2-1-3, con James detrás de los delanteros, como en Real Madrid de 2014, detrás de la BBC.

Lo modificó porque no hay crecimiento sin cambio, sin adaptación, sin correr riesgos. Es su discurso. Hacer que esos timonazos resulten requiere decirse la verdad, no taparse bajo la cobija del orgullo nacional, no sobredimensionar a los Alzate ni minimizar a los Lerma o los Medina, no condenar a quienes un día son héroes y al otro día no llegan a la cancha, como Muriel. Al final el fútbol es un estado de ánimo... no dijo nunca nadie...

Colombia resolvió en los últimos años un problema enorme, y el propio Reinaldo Rueda lo reconoció: "nos sorprendió con un juego muy agresivo, atlético", dijo tras el 2-2 en Santiago. ¡Los exquisitos con la pelota ahora son atletas! ¡Noticia de primera plana! ¿Y nosotros empantanados en la árida discusión de los toques acertados de Alzate? ¿En serio? 

La historia obliga y la nuestra dice que en dos Mundiales estuvimos ahí, como una amenaza potencial que no se atrevió nunca a dar el siguiente paso. Escuchen, por una vez, a Falcao cuando habla de "alternativas para el entrenador" como fichas de un ajedrez y no se desgasta en individualidades; créanle cuando afirma que en medio de las dificultades "supimos interpretar el juego" y que "estamos creciendo en experiencia y fortaleciéndonos como grupo" porque, aunque parezca un lugar común, es un legado: para ser grande en Suramérica hay que hacer el curso, no nos acostamos buenos y nos levantamos ganadores, no es tan simple.

Ya estaría bien hacer el ejercicio, doloroso pero necesario, de no maquillarse los defectos y dejar de desgastarse en este juego infantil de héroes y villanos. Y sí, parece demasiado pedir en la capital mundial del apasionamiento. Eso también es verdad...

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