El verdadero zurdo López

Nicolás Samper le rinde un homenaje póstumo a Carlos Ángel 'Zurdo' López, ex-jugador de Millonarios.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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02 de octubre 2018 , 08:25 a. m.

Mente clara, pase preciso, cero dudas a la hora de perfilar a los goleadores. ¿Cuántos tantos se marcaron por obra y gracia de su sabiduría? Para bastantes integrantes de la generación que vio más cracks que títulos en Millonarios a comienzos de los ochenta, Carlos Ángel López guarda un lugar especial en los corazones porque siempre tuvo luz en medio de las sombras que los adversarios le cernían en las talanqueras que ubicaban en la media cancha para cortar de tajo cualquier intento creativo.

Carlos Ángel López siempre saltó esas vallas que le interpusieron pero no fue a punta de rapidez física ni de despliegue. Era su mente el instrumento de velocidad para trabajar. Porque podía pasarse el tiempo ubicado en una especie de quinta que él mismo delimitaba en el campo y de ahí no se movía físicamente, pero con su arte y magia desequilibraba en todos los sectores. Era un mentalista ahora que lo pienso: podía doblar cucharas a lo Uri Geller al proponérselo. Y esas cucharas eran las tupidas zagas impunes de aquellos años de fútbol rudo que estaban integradas por defensas que aunque tenían 25 años parecían maduros hombres de 50 cercanos a pensionarse y que además, a punta de patadas, codazos y cuanta artimaña sucia hubiera, serían capaces de pensionar al adversario de turno.

López pensaba, no en el hombre, sino en la pelota, en lo que definitivamente es lo importante en el fútbol. Y con manejo, pases de crack y tiros libres geniales, podía destruir imperios. No era bulloso ni operático: lo suyo era hablar con el balón y punto. Y Barberón, Iguarán y demás compañeros se lo agradecieron siempre. Era un 10 de los clásicos, de los que ya poco se ven en los campos porque hoy parece más valorado el velocímetro que el pensamiento claro. Se fue dicen que porque el nuevo entrenador que lo recibió en Millonarios necesitaba mucho más esfuerzo, más correr. Y eso para López suponía pensar menos también.

Una noche le tocó volver al Campín y justo para jugarse la vida ante su antiguo amor, Millonarios en 1989. Pisó el césped del estadio enfundado también en azul, pero celeste: era el 10 de aquel Bolívar de La Paz que tenía a Galarza, Ferrufino, Angeletti y al eterno goleador Jorge Hirano.

Millonarios pasó trabajos y López fue uno de los causantes porque cuando el juego iba 2-1 a favor de Millonarios, una falta cercana a la portería de Goycochea le quedó lista para su pie izquierdo. López disparó y Goycochea nunca vio aquel disparo de crack. El golazo doloroso recordó a los que estaban en las tribunas cuán genial era Carlos Ángel.

Paz en su tumba.

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